MÚSICAS
ALTERNATIVAS EN LA EUROPA DEL ESTE
Con el fin de la Guerra Fría y
el deshielo político del bloque soviético, muchos artistas de los que
poco o nada se sabía fuera de sus fronteras políticas pasaron a ser
accesibles, y me lancé a escribir sobre la interesantísima escena
artística de esos países. Hice numerosos contactos con músicos y
periodistas musicales del otro lado del "telón de acero". Llegué
incluso a ejercer de corresponsal para el equipo que realizaba un
programa radiofónico de músicas alternativas en la Radio-Televisión
Estatal Rusa (antes Soviética) y uno televisivo en la Televisión
Nacional (antes Regional) de Ucrania, ambos con cobertura nacional en
sus respectivos territorios.
Mi primer contacto con los
responsables de esos programas fue del todo inesperado, y además en un
momento especialmente escabroso de la historia rusa. Justo después del
fallido golpe de estado de 1991 en la entonces URSS, me llegó de Moscú
una carta certificada y urgente, de remitente desconocido para mí, y
nada menos que con el timbre estatal soviético, indicativo de que la
misiva se enviaba desde dependencias gubernamentales soviéticas.
Desconcertado y preguntándome
si el contenido de la carta tendría algo que ver con los recientes
sucesos que nos tuvieron en vilo a muchas personas, abrí la carta y se
aclaró todo. El interés de los remitentes en mí era sólo musical.
Quienes la firmaban trabajaban en la Radio-Televisión Estatal
Soviética, controlada por el gobierno (de ahí el sello estatal). Y mi
dirección se la había dado un compositor estadounidense conocido mío.
Buscaban hacer tantos contactos fuera del bloque soviético como fuera
posible, derribar, musicalmente al menos, todas las fronteras que
separaban al bloque soviético del resto del mundo. El fracaso del golpe
de estado acabó acelerando la transición democrática de la
superpotencia, como se vería pocos meses más tarde con la disolución
oficial de la URSS. Por eso, en los días inmediatamente posteriores a
la intentona golpista, mucha gente del país, acaso inspirada por el
ejemplo de Boris Yeltsin desafiando a los golpistas al subirse encima
de la torreta de un carro blindado para lanzar desde allí un mitin
contra los golpistas, decidió también
pasar a la acción, tomar la iniciativa y hacer cosas que quizá unos
días antes del golpe no se habría atrevido a hacer.
La caída del muro de Berlín,
otro acontecimiento carismático de la asombrosa transformación política
de los países del este de Europa, la viví reflejada en la escena
alemana de la música de vanguardia.
La Música Cósmica y el Tecno
surgieron, como corrientes definidas, en Alemania. Y Berlín fue la
ciudad más emblemática del desarrollo de la primera, hasta el punto de
generar el término "Escuela de Berlín" para mencionar al movimiento
musical electrónico berlinés aparecido entre fines de la década de 1960
y principios de la de 1970 y a su estilo, seguido por compositores de
otras naciones.
Sin embargo, en la Alemania del
Este (RDA) las autoridades no veían con buenos ojos éste y otros
movimientos vanguardistas, a diferencia del nutrido número de
seguidores que estas músicas tenían en la población sometida a la
dictadura. Por eso, la difusión se hacía de manera clandestina. En el
mercado negro, por un disco del célebre músico berlinés Klaus Schulze
se llegaban a pagar hasta 300 dólares estadounidenses de la época. En
realidad, había mucha economía sumergida en la RDA. Yo mismo pude
comprobarlo cuando en el transcurso de unas indagaciones sobre
contenidos documentales de una importante biblioteca de Alemania del
Este, un funcionario resultó que cobraba por el servicio, que se le
debía pagar en dólares estadounidenses y en efectivo...
Los conciertos de música
cósmica y de otros géneros vanguardistas que se celebraban en Berlín
Oeste, se oían a veces desde el sector Este, junto al muro. Y durante
mucho tiempo ésta fue la única oportunidad para los ciudadanos del
sector Este de escuchar en directo a las estrellas de las nuevas
tendencias musicales.
La situación fue cambiando, y
las excepciones comenzaron a convertirse en acontecimientos con
continuidad. Cuando en Agosto de 1989, Klaus Schulze tocó en Dresde,
ciudad de la RDA, la celebración de aquel concierto y las
circunstancias que lo rodearon ya hicieron presagiar a mucha gente, yo
incluido, que la división entre las dos Alemanias encaraba el principio
del fin. Nuestro presagio se cumplió tres meses más tarde, con la caída
del muro de Berlín.
Lejos quedaban aquellos tiempos
en los que uno de los sintetizadores de la banda alemana occidental
Tangerine Dream (un VCS 3 sin teclado en su caja) suscitó los recelos
de los agentes fronterizos de la RDA, que temieron estar ante una
extraña máquina para espionaje electrónico o una sofisticada bomba con
la que perpetrar algún atentado. (En la época de las dos Alemanias,
Berlín estaba en medio de la mitad oriental, de manera que los
ciudadanos del sector libre de la ciudad debían cruzar por la Alemania
del Este para ir a otras ciudades de Alemania Occidental.) Los
Tangerine Dream fueron retenidos durante tres horas hasta que los
oficiales de la RDA se convencieron de que el artefacto no era lo que
ellos sospechaban, sino un avanzado instrumento musical electrónico
como los miembros de la banda afirmaban.
Con el conflicto bélico en la
ex-Yugoslavia y sus años de guerra, hostilidades y limpieza étnica,
perdí la pista de numerosos músicos de vanguardia residentes en la
antigua Yugoslavia, que pasaron de ser compatriotas a miembros de
comunidades enfrentadas bélicamente. Antes de la guerra, Yugoslavia era
una de las naciones del Este de Europa con una escena de música
alternativa más rica. Numerosos músicos nacidos en alguno de los
bloques beligerantes trabajaron en "territorio enemigo" antes de que
estallase el conflicto bélico, o colaboraron con artistas de allí. En
diversos casos, recibieron el reconocimiento, y hasta premios, de
integrantes del futuro bando enemigo. A efectos artísticos, no parecía
haber barreras insalvables entre bloques.
Con la llegada de los horrores
de la guerra, de repente me encontré, al releer las cartas y
documentación adjunta que diversos músicos yugoslavos me habían enviado
tiempo atrás, que lo que para mí habían sido datos geográficos sin
mayor trascendencia, relativos por ejemplo a la región de origen de un
determinado músico, marcaban ahora dolorosas fronteras de unos con
otros.
De pronto tenía que andar con
pies de plomo al citar dónde un músico nació y se crió, o en qué ciudad
se fue a vivir y trabajar, ya que todo adquiría un tinte escabroso por
decirlo de forma suave. Llegaban noticias de las atrocidades cometidas
por un bando, y yo sabía que cierto artista era de la etnia agresora,
en tanto que otro artísticamente afín a él o que incluso había
colaborado con él resultaba ser de la etnia agredida. Al doloroso temor
de que ambos artistas pudieran ahora odiarse el uno al otro por causa
de sus distintas procedencias, tenía que añadirle el de que citar en un
artículo los orígenes geográficos de artistas y en qué lugares de
Yugoslavia habían vivido, trabajado en sus carreras artísticas, o
recibido premios por sus obras, identificase equivocadamente como
"traidores" u "oportunistas" a quienes más contacto habían tenido con
el bando enemigo. Por otro lado, demostrar esa permeabilidad geográfica
o interétnica de los artistas podía servir para limar asperezas y
demostrar que no había barreras insalvables; que un artista de un bando
podía colaborar con otro del opuesto y de este modo crear ambos una
obra brillante y única que ninguno de los dos habría logrado por
separado.
Durante los años de la guerra,
se produjo un obvio parón en la escena musical alternativa de los
territorios más implicados. Incluso muchos de los artistas de mayor
renombre, que tras el cese del conflicto han tenido una prolífica
continuidad, dejaron de grabar y publicar durante aquellos oscuros años.
Algunos artistas, sobre todo
los de mayor prestigio y con formación académica, evitaron verse
inmersos en los horrores de la guerra al emigrar a países como por
ejemplo Estados Unidos o Suecia y conseguir allí puestos como
profesores en universidades. En mis contactos con algunos de estos
cuando ya estaban afincados fuera de su país y por tanto a salvo,
notaba que se sentían apenados, ya que todos tenían a parientes o
amigos atrapados en el área del conflicto.
A los artistas que no pudieron
salir de la zona de guerra, les perdí la pista durante la época del
conflicto y a lo largo de bastantes años después. El caso más común de
esa pérdida abrupta de contacto fue el de personas que abandonaron su
lugar de residencia, como tantos otros desplazados, y luego tuvieron
dificultades en volver a establecerse en él o directamente desistieron
de hacerlo.
Algunos de estos artistas
abandonaron su carrera musical por razones ajenas a la guerra, ya que,
como les ocurre a muchos otros músicos de la escena alternativa, el
carácter experimental o arriesgado de sus composiciones impide que
disfruten del suficiente éxito comercial como para vivir de su arte, y
después de su fugaz etapa artística de juventud, llega la época en que
comienzan a asumir las responsabilidades personales de casarse,
mantener a los hijos y pagar una vivienda, lo cual acarrea casi siempre
que desaparezcan de la escena musical.
Quiero creer que ese ha sido
el caso de varios artistas poco conocidos de la ex-Yugoslavia de los
que no se ha vuelto a saber nada. Pero no puedo descartar posibilidades
más trágicas.
Texto e imágenes: Jorge Munnshe