EL ASCENSOR ESPACIAL

A unos 36.000 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre, un satélite puede mantener la velocidad
necesaria para permanecer en órbita, y al mismo tiempo estar quieto sobre un punto fijo de la superficie, ya que su movimiento se ajusta perfectamente al de rotación de la Tierra. Este principio astronáutico, fundamento de los satélites geoestacionarios, lleva también a un concepto simple pero atrevido:

Dado que a esa altura y velocidad orbital un cuerpo permanece inmóvil sobre la superficie, ¿por qué no descolgar de él un cable que descienda hasta el suelo, uniendo así el cielo y la tierra? Entonces, si se consigue un amarre estable, basta con hacer subir y bajar por él un ascensor para hacer viajes entre la Tierra y el espacio.

El reto mayor para hacer realidad este singular concepto de Ascensor Espacial es el cable. Ni tan solo el acero resiste su propio peso sin romperse antes de que un cable hecho con él llegue a desplegarse hasta los 36.000 kilómetros de longitud. El filamento que una cielo y tierra deberá ser tan liviano y a la vez robusto, que las características físicas que habrá de tener resultan sorprendentes.

Hasta hace poco tiempo, no había ideas convincentes sobre cómo obtener un cable así. Pero con la revolución de la nanotecnología, y en particular con la invención y el acelerado desarrollo de los nanotubos de carbono, algunos científicos ya comienzan a señalar a este tipo de materiales como un candidato idóneo para el cable del ascensor espacial.

Autor del texto: Jorge Munnshe
Autor de la foto: Jorge Munnshe para NC&T. Es una imagen artística de un futuro ascensor espacial, visto desde una cabina subiendo a gran velocidad.






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