LA
HIBERNACIÓN ARTIFICIAL DE PERSONAS


Es bien sabido que las bajas temperaturas ralentizan los procesos
bioquímicos. Gracias a ello, es posible conservar alimentos en un
congelador mucho más tiempo del que durarían si estuvieran expuestos a
temperaturas superiores. O también almacenar durante largo tiempo
material biológico vivo, como se hace en los bancos de semen o de
embriones.
Congelar personas enteras, o sus cerebros, sería, en principio, una
buena vía para preservarlas en las mejores condiciones posibles después
de su muerte clínica y ante la imposibilidad de reanimarlas y curarlas
de sus dolencias o lesiones, con la esperanza de que la medicina del
futuro sí pueda hacerlo.
Esa esperanza se basa en el hecho de que en el pasado, un corazón que
cesaba de latir era signo inequívoco de muerte, en tanto que hoy ese
corazón tiene posibilidades de ser reactivado antes de que los efectos
de su estado de "muerte" sean demasiado perniciosos para el organismo.
El principal problema de la suspensión criogénica para
grandes masas de
tejido es que los daños por la expansión del agua al solidificarse, que
son tolerables en células más o menos aisladas, causan estragos en
masas mayores de tejido, que no gozan del suficiente espacio intermedio
vacío.
Recurriendo a sustancias que mitiguen tanto como sea posible los daños
de esa clase, y, sobre todo, confiando en que la medicina del futuro
sea capaz también de solventar los graves efectos secundarios de la
suspensión criogénica, desde 1967 se hiberna a personas recién
fallecidas.
Quizá algunas de ellas acaben despertando de su estado de
"muerte leve" algún día. Y acaso, en un futuro lejano, la hibernación
artificial permita enviar seres humanos a viajes espaciales más largos
que la duración de una vida humana.
Como otros temas en los que aparece el drama de la muerte, y la
desesperación de quienes intentan darle lo mejor a ese ser querido que
se va, en la hibernación artificial de personas hay una fuerte carga
emotiva. Esa carga, y también la inevitable aureola de misterio en
torno al concepto de estar muerto pero quizá poder resucitar en un
futuro lejano, los pude percibir con toda claridad desde mis primeros
contactos, allá por 1992, con la empresa más conocida de hibernación
humana, la Alcor Life Extension Foundation.
Texto: Jorge Munnshe
Las imágenes muestran el proceso de preparación
de
una persona recién fallecida para
la suspensión criogénica,
y otras operaciones con sarcófagos criogénicos. Fotos: Alcor
Life Extension Foundation.