LA
ODISEA HUMANA EN EL ESPACIO
Con la entrada en el mítico año 2001, se abrió un nuevo siglo en el que
la astronáutica afrontará aventuras sin duda fascinantes.
La Estación Espacial Internacional, símbolo del poder de la cooperación
internacional, y otras estaciones orbitales que la seguirán,
desempeñarán un papel importante en la presencia humana en el espacio.
Alojarán todo tipo de laboratorios y observatorios, que brindarán
magníficas oportunidades de progreso científico. Garantizarán la
presencia constante de un número cada vez mayor de seres humanos en el
espacio. Puede incluso que sean el preludio a verdaderas ciudades del
cielo y que sirvan de cosmódromos interplanetarios desde los que lanzar
misiones tripuladas a otros mundos.
Parece ya claro que el siglo XXI verá el retorno del Ser Humano a la
Luna. Pero esta vez, lejos de las motivaciones políticas que empujaron
a la primera tanda de visitas hace treinta años, regresaremos para
quedarnos, estableciendo bases lunares permanentes en las que llevar a
cabo importantes labores científicas.
Todo apunta también a que en el siglo XXI se hará realidad la primera
expedición tripulada a Marte, un planeta que fascina a la humanidad
desde el siglo XIX, y del que cada vez hay más indicios de que albergó
vida simple en el pasado, vida que tal vez podría permanecer aún hoy
latente en algún reducto.
Europa, una de las lunas de Júpiter, será durante el siglo XXI un
objetivo de máximo interés, debido a las crecientes evidencias de que
bajo su capa de hielo existe un océano de agua líquida, que podría
albergar vida primaria. Diversas flotas de sondas-robot, quizá seguidas
de expediciones humanas, abrirán agujeros en el hielo y explorarán el
enigmático océano.
Titán, una luna de Saturno, despierta de igual modo la
curiosidad, y
nuevas misiones a ella se sucederán a lo largo del siglo XXI.
Entre los objetivos prioritarios a recibir una primera visita también
habrá cometas, asteroides y miniplanetas.
Por último, es probable que este siglo vea el inicio de una nueva y
apasionante etapa de la odisea humana en el espacio: La aventura
interestelar. Aunque ahora ya tenemos varias sondas fuera del sistema
solar, son demasiado lentas y viejas para que nos puedan brindar
hallazgos relevantes en las próximas décadas o siglos. Naves más
veloces podrían desvelar antes de que acabe el siglo algunos de los
misterios del medio interestelar.
Esta carrera de retos de la astronáutica puede parecer estéril y sin
utilidad aparente. Pero, aparte de servir para desarrollar nuevas
tecnologías, aplicables luego a muchas otras áreas, también será una
demostración de que el empuje del progreso científico no se ha
debilitado. Parece demostrado que la civilización que pierde el interés
por explorar lo desconocido, inicia su declive como tal.
Además, el
ansia de explorar, que permitió a nuestros antepasados escapar a
glaciaciones, sequías y demás desastres naturales, descubrir el fuego,
fabricar la primera hacha de sílex, aventurarse a navegar por los
mares, e iniciar los viajes espaciales, es un instinto que llevamos
grabado en nuestros genes, nos guste o no.
Texto: Jorge Munnshe
Foto superior: NASA / John Frassanito and Associates.
Foto inferior: NASA / Pat Rawlings (SAIC).
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