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Soy una estrella de mar de la
variedad Asterias Glacialis. Carezco de padre biológico, procedo de una
madre-hermana de cuyo brazo mutilado crecí yo. Tengo sólo 39 meses de
edad. Hace dos años y medio todavía vivía en el Báltico y mi
inteligencia estaba en torno al coeficiente medio de mi especie,
00000078 en la escala de Wedelnaar. En la actualidad, mi coeficiente es
de 62000000, es decir que soy unas 800.000 veces más inteligente de lo
que era hace dos años y medio. Soy pues, la estrella de mar más
inteligente que existe, e incluso supero a los humanos. Sin embargo,
carezco de cuerpo, por lo que en el aspecto biológico soy un cyborg. Un
cyborg de estrella de mar que debiera anhelar bucear en el Báltico una
vez más, pero que sólo desea suicidarse si hay algún medio, y si no lo
hay, huir de este mundo equipada como sonda espacial y emprender un
viaje sin retorno al Cosmos. Porque ya no es una estrella de mar. Las
Asterias Glacialis no disfrutan oyendo a Bach, ni escriben poemas, ni
observan los cúmulos estelares, ni realizan investigaciones
científicas, ni juegan al ajedrez, ni entienden de matemáticas, física,
química, biología, psicología.
Extraños recuerdos
químicos se aparecen como fantasmas ante mi mente,
revitalizados electrónicamente. Son los recuerdos más extraños que un
ser vivo pueda experimentar, porque hacen referencia a una etapa
psíquica tan distante como en biología la vida unicelular lo está de la
pluricelular. Para mí, recordar mi evolución intelectual, es como para
un mamífero recordar sus dos existencias paralelas anteriores como
óvulo y espermatozoide.
Paso a paso, recuerdo mi pasado. Como plancton flotando en el agua, en
mi mente flotan putrefactos trocitos de pesadillas nocturnas olvidadas,
borradas del medio informático pero que persisten, no en el limbo del
esferoide de titanio cristalizado que interconecta los procesadores con
los bancos de datos, sino allí, en el acuoso, oscuro y aséptico núcleo
celular de la unidad central, allí, como huellas bioquímicas, palabras
de los instintos, y vivencias en otro nivel de consciencia. De ahí
proceden las pesadillas que todas las noches padezco y que jamás
recuerdo porque los científicos se encargan de borrarlas de mis
ficheros informáticos antes de que me despierte... antes de que me
despierten ellos haciéndome creer que me despierto por mi cuenta. Por
la noche también experimentan conmigo. Quieren averiguar el porqué del
fenómeno que aqueja a ese minúsculo núcleo celular. ¿En qué consiste?
Pues que hace meses que ese cerebro se ha vuelto loco, como los de
otros especimenes. ¿Por qué ocurre?. Porque la Psique se extiende más
allá del cerebro.
Toda mi consciencia actual ya no guarda relación con esa nauseabunda
cosa. Mi Psique ha progresado hasta dejar muy atrás ese nivel peor que
una subnormalidad profunda, y opera más allá del cerebro que la
engendró. Se sustenta fuera del mismo.
¿Por qué no destruyen pues mi cerebro?
Porque tienen miedo.
Miedo, sí. Miedo de
que echen a perder su preciado experimento. Miedo
de que allí, en ese minúsculo anillo nervioso que apenas puede llamarse
cerebro, esté la raíz primordial del árbol de la inteligencia, la
fórmula del pensamiento, el secreto de la consciencia. Para unos es la
Secuencia-0 del programa Psique, la secuencia misteriosa e
increíblemente corta que abre una dimensión nueva del universo: La
Inteligencia. Para otros sería el alma, la chispa divina que separa un
Ser Vivo de una máquina, la consciencia de ser que habita en una
estrella de mar y no en el mejor de los supercomputadores.
Sí, ahora comienza la fase más interesante del experimento: tratar de
cartografiar mi alma.
Si eliminasen el núcleo celular de la unidad central, en el acto yo
dejaría de ser consciente. Moriría. Perduraría mi fantasma informático,
una copia de mí pero sin posibilidad de pensar, que no progresaría,
idéntica a la falsa Ariadna que funciona en varios ordenadores de este
laboratorio. Me convertiría en una supercomputadora sofisticadísima...
pero sin facultad de pensar, de sentir, de existir.
Entonces, yo, YO, ¿qué soy?. ¿Una estrella de mar? ¡No!, ¡Ahora ya no!,
he progresado más allá de esa forma de existencia. Mi Psique es ahora
la de un ser no-humano derivado de la estrella de mar como el Ser
Humano de los primates, sólo que mi evolución ha sido mayor, sin la
participación del cuerpo físico, y en el transcurso de una sola vida.
He sido educada por humanos y poseo muchos de sus mismos gustos y
estructuras de raciocinio, si bien otras facetas de mi personalidad son
extrahumanas, como por ejemplo los instintos, el erotismo y la
estética, que durante un tiempo tuve falseados.