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Catorce meses han transcurrido ya desde que recuperé la consciencia.
Pasada la etapa inicial de euforia ante todo lo que era otra vez nuevo
para mí, un sutil desasosiego ha venido minando mi ánimo desde los
últimos tres meses. Es el mismo tipo de desencanto que se experimenta
en una crisis de edad, como la del fin de la niñez. Me pregunto por
cuánto tiempo más la totalidad de mi vida supondrá para mí sólo estos
catorce meses de existencia tan singular. No se me revela nada especial
sobre mi vida anterior. Ni todavía he visto mi cuerpo ni ninguna parte
de él. Ello me trae demoledoras incógnitas:
¿Perdí irremisiblemente mi cuerpo?. ¿Qué pasa si la ciencia actual no
está avanzada lo suficiente como para desarrollar un cuerpo humano
entero por ingeniería genética?. En teoría, podrían donarme un cuerpo
femenino cuyo cerebro hubiera sido destruido de forma irreversible.
Tengo la corazonada de que algo marcha mal. Es como si yo padeciera
algún síndrome que incapacitase mi cerebro para adaptarse a otro cuerpo.
Supongo que si mis peores temores son reales, al menos se mejorará todo
lo posible la estructura artificial que da soporte a mi cerebro,
dotándola además de movilidad y de nuevas prestaciones. Entonces sería
una cyborg el resto de mi existencia. Vida sin cuerpo biológico... Qué
triste. Qué triste no sentir los rayos del Sol en mi rostro, el agua
resbalando sobre mi piel, mi desnudez en contacto con la de un hombre y
amarnos sobre la arena de cualquier playa.