CAPÍTULO 2


Por fin, a las 23:10, el sonido de alerta de uno de los medidores la sacó de su somnolencia progresiva. Acababa de producirse una diminuta deflagración energética, con emisión fugaz de quarks. Los ordenadores inferían una presencia anómala de neutrinos.

Otros detectores emitieron sus correspondientes llamadas de aviso. Era obvio que se desencadenaba un proceso energético, no comparable a los tradicionalmente observados en los aceleradores de partículas. Los corpúsculos relativistas ganaban energía. Ciertas lecturas testimoniaban la presencia de algo equivalente a la masa. Los fotones experimentaban continuas transiciones energéticas, desapareciendo como tales en muchos casos, sin que fuera posible reconocer en qué clase de partículas se habían transformado.

A las 23:35, el proceso alcanzó una fase muy turbulenta. Los trazados gráficos de ciertos medidores eran frenéticos, enloquecidos. Las pantallas de los computadores mostraban una cascada de códigos y números a una velocidad ilegible, llegándose a colapsar algunos de ellos. El anillo de contención vibraba como si en su interior circulase un chorro de agua hirviente. Dos instrumentos sufrieron un parón. A las 23:37, se produjo un cambio apreciable en el comportamiento del instrumental de medición: todos ellos menguaron su actividad registradora pasando a una lenta aunque constante sucesión de datos en apariencia absurdos.

Margot no podía comprender el significado entero de la montaña de datos, aunque resultaba evidente es que el experimento había originado un fenómeno desconocido para la física convencional, quizá el por ella tan esperado campo Tau-Lambda procedente de los corpúsculos energéticos liberados por su padre en vida y en el instante de morir.

En un estado de creciente nerviosismo, procedió a las operaciones de estabilización, que tenían por objeto desacelerar las partículas responsables del campo, y conducirlas a un receptáculo de contención, donde el campo podría evolucionar libremente, siempre al vacío, y además ser estudiado con todo detalle.

Algo se desplazaba por el interior de la tubería circular a una velocidad próxima a la de la luz. No pudo evitar pensar en ese algo como en su padre, citándole en uno de los comentarios orales que sobre el experimento estaba grabando junto a las imágenes:

--Papá circula a 296.304 kilómetros por segundo en el interior del túnel de contención. Voy a reducir su velocidad poco a poco.

Desechó de inmediato la idea subjetiva de identificar el fenómeno como si fuese su padre. No lo era. Se trataba tan sólo de una emisión energética liberada por su actividad eléctrica cerebral en vida y en el instante de la muerte, algo así como la filmación de una persona en comparación con la real de carne y hueso. No implicaba en absoluto ninguna evidencia de existencia del Ser Humano tras la muerte.

Media hora más tarde, la velocidad del conjunto de partículas era de 197.000 kilómetros por segundo, viéndose liberado de una incidencia intensa de los fenómenos relativistas asociados al umbral de velocidad marcado por la de la luz.

A la 1:08 de la madrugada, la velocidad residual de cuatro centímetros por segundo propulsó al cúmulo de partículas hacia el receptáculo de contención, provisto de una ventanilla para observación visual desde el exterior con cámaras de alta sensibilidad. Margot se sobresaltó cuando, coincidiendo con la indicación de los medidores de que el campo entraba en el contenedor, tuvo contacto visual directo con el mismo. No creía que fuera visible a simple vista.

Al parecer, el campo tenía asociados a fotones y otras partículas conocidas de variada clase, provocando con ello diversos fenómenos físicos, en especial eléctricos. Esto último causaba también efectos luminosos. En su conjunto, semejaba una especie de Fuego Fatuo, con chispas constantes en su interior y proyecciones radiales filamentosas como las de una nube de plasma incandescente. La tonalidad predominante era azulada, con ocasionales destellos violáceos.

Por un momento se sintió como ante una aparición sobrenatural, igual que si su padre se le manifestase desde el Más Allá. Desechó en el acto ese pensamiento. No era más que una prolongación inerte, como un mechón de cabello o una voz grabada.

Durante las dos horas siguientes, estudió con el máximo detalle posible el fenómeno aprisionado en la cámara. Aunque era obvio que aquello ni era su padre ni podía considerarse en modo alguno como un Ser Consciente, sí parecía contener cierto grado de información acerca de la persona de la cual surgió. Igual que la imagen filmada de una persona se comporta como la auténtica de carne y hueso, el campo Tau-Lambda se revolvía frenético en el receptáculo y mostraba otras reacciones propias de un ser vivo enjaulado. En tres ocasiones se quedó inmóvil, como si observase a Margot, para luego reanudar su nervioso ritmo de actividad.

Ella se sentía intrigada por conocer hasta qué punto la cosa guardaba datos relativos a la muerte de su portador, percibía el entorno, y actuaba con arreglo a los estímulos externos y a la información archivada. Quizá el símil que más encajaba con el fenómeno era un programa informático conteniendo datos e instrucciones de una persona.

A las 3:17 de la madrugada, la actividad del campo alcanzó cotas de extremada violencia, y de repente se produjo un percance inesperado que cogió por sorpresa a la doctora. Con un espectacular flash luminoso, parecido a un rayo láser, el campo agrietó la campana que lo contenía, y meros segundos después se abrieron fisuras de varios centímetros de grosor, a través de las cuales éste surgió al exterior, como humo impulsado por un ventilador, volviéndose a unificar en una nube compacta tras ello. Margot se apartó corriendo ante el temor de recibir daños tan graves como los sufridos por el contenedor. En su acción dictada por el pánico, tropezó con un cable que tenía a sus espaldas a ras de suelo, y cayó de forma aparatosa hacia atrás, golpeándose la cabeza y perdiendo el sentido. Su última percepción, confusa, fue del campo Tau-Lambda proyectándose a gran velocidad a través de la puerta del sótano.



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