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Resulta difícil explicar qué se siente
al emerger desde lo más hondo de un coma profundo, padeciendo amnesia
total sobre la identidad personal, y con la terrible circunstancia
de que el cerebro esté separado del resto del cuerpo.
Esto me ha sucedido a mí.
Ahora, el soporte
físico de mi persona se limita al cerebro, mantenido
en vida por procedimientos artificiales en una unidad de este
laboratorio biológico. En otro laboratorio, se está trabajando en mi
cuerpo, que quedó destrozado en un accidente. Se supone que se
requerirán bastantes meses para completar las múltiples operaciones no
sólo de cirugía sino también de ingeniería genética, que permitan la
reinserción de mi cerebro en mi cuerpo.
Por supuesto, mientras tanto, me han dotado de los sentidos básicos,
mediante periféricos artificiales. De no hacerlo, la demencia total
destruiría por completo a una mente tan aislada como pueda estarlo un
cerebro solo... Peor que hallarse ciego, sordo, mudo y paralítico... Un
cerebro carente de cuerpo y de sentidos es la Consciencia sumida en la
Nada. Privada por completo de estímulos externos, la mente queda
aislada del universo, con todo lo que ello comporta. La soledad que, de
estar consciente, se siente entonces, es la más intensa y verdadera que
pueda experimentar un ser vivo. Las fronteras entre lo real y lo irreal
se vienen abajo, pues ante la total falta de esos estímulos externos,
los estados de vigilia y de sueño son iguales, siendo imposible
distinguir cuándo se está en uno o en otro; salvo por el hecho lógico
de que todo estímulo percibido ha de ser por fuerza una ilusión del
subconsciente, lo cual tiene una aterradora implicación lógica: La
Única Realidad es la Nada.
Soy una mujer de veintisiete años de edad, me llamo Ariadna, no estoy
unida a ningún hombre, no tengo hijos, y soy doctora en Ingeniería
Genética. Estos son los únicos datos sobre mi identidad que me han sido
revelados por el personal que me atiende. Según ellos, me hallo en
tratamiento psiquiátrico debido a las lesiones cerebrales que me
produjeron amnesia y quizá otros traumas que ahora están investigando,
por lo cual no consideran que sea beneficioso proporcionarme más datos
sobre mí misma en tanto no se hayan completado los estudios.
Aparte de haber olvidado la información referente a mi vida hasta
ahora, parece ser que el resto de mis conocimientos han permanecido
intactos.
Nada me ha sido desvelado tampoco sobre el accidente que casi me mata,
por las mismas razones por las que se oculta mi pasado. Tampoco se me
ha permitido ver ni saber el menor detalle sobre el estado actual de mi
cuerpo ni de las operaciones que sobre él se están efectuando. Al
respecto de mi accidente, sólo se me ha informado que pasé más de medio
año en coma profundo, después de la urgente operación que me extrajo el
cerebro para evitar que muriera dentro de un cuerpo incapaz de
mantenerlo en vida.
Creo que mi personalidad y formación científicas me han dado la
entereza para soportar esta situación de separación entre cerebro y
cuerpo.
Hace unas semanas
que desperté del coma profundo. Mi recuerdo más
antiguo consiste en una luz blanca, áurea, deslumbrante, que se me
antojó una estrella a muy corta distancia, y el inicio de un, para mí
larguísimo, período de semiconsciencia, casi olvidado, sin pensamiento,
sólo percepciones somnolientas de luces, voces, silencios, y figuras
con bata blanca. Este período, que mi perturbada percepción del tiempo
midió en meses, fue en realidad una semana escasa. Antes de la luz
blanca, no recuerdo nada en absoluto, ni tengo constancia alguna de
tiempo transcurrido. Es como si hubiera nacido, aunque con formación
escolar y universitaria grabada ya en mi mente.