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Matar microbios es hoy una obsesión para mucha gente.
Dos compuestos antimicrobianos llamados triclosán y triclocarbán son en
los últimos tiempos las armas más habituales que usamos en nuestra
guerra de desgaste contra el bando microbiano. Ambas sustancias químicas
son ingredientes de una amplia gama de productos de limpieza como por
ejemplo jabones bactericidas, y el triclosán también está presente en
enseres cotidianos que van desde plásticos hasta prendas de vestir. El
tema del que tratamos en este artículo es delicado, como cabe esperar de
toda confrontación, real o aparente, entre riesgos para la salud e
intereses comerciales.
Sobre el tapete, dos preguntas incómodas: ¿Son estas sustancias
antimicrobianas, muy usadas por mucha gente, realmente seguras para la
salud humana y para el medio ambiente? Y, una pregunta mucho más simple:
¿De verdad cumplen su función bactericida tan bien como se anuncia?
Según el profesor Rolf Halden, del Instituto de Biodiseño de la
Universidad Estatal de Arizona, la respuesta a ambas preguntas es un
rotundo "No".
Halden, biólogo e ingeniero, está interesado en los productos químicos
destinados al uso doméstico. Él procura rastrear la dispersión de estas
sustancias por el entorno y averiguar su efecto en el medio ambiente, el
efecto que tienen en nosotros, y la mejor forma de utilizarlas.
El triclosán, un conocido agente antimicrobiano, fue patentado en 1964,
y se comenzó a usar en entornos clínicos, donde demostró ser un potente
bactericida, muy útil antes de llevar a cabo operaciones quirúrgicas.
Desde entonces, se ha instaurado la idea entre los consumidores de que
es necesario usar también en el hogar agentes antimicrobianos. Los
productos antimicrobianos hicieron su aparición en los jabones
domésticos para las manos en la década de 1980. Y en 2001, el 76 por
ciento de los jabones líquidos para manos en países como Estados Unidos
ya contenía esa clase de productos químicos.
Los compuestos antimicrobianos han puesto en pie un sector industrial
que mueve cifras de miles de millones de dólares, y estas sustancias
químicas ya tienen una notable presencia en el medio ambiente y en los
cuerpos de muchas personas. Los niveles de triclosán en los seres
humanos han aumentado en un promedio del 50 por ciento desde 2004, según
datos recientemente actualizados de los Centros para el Control y
Prevención de Enfermedades (CDC), en Estados Unidos. El triclosán y el
triclocarbán están presentes en el 60 por ciento de todos los ríos y
arroyos de dicho país, y el análisis de los sedimentos en los lagos ha
demostrado un aumento constante de triclosán desde los años 60. Hay
productos químicos antimicrobianos en el polvo doméstico, en el que
pueden actuar como alérgenos. Y, alarmantemente, un 97 por ciento de
todas las mujeres lactantes en EE.UU. muestran niveles detectables de
triclosán en su leche materna. Tales exposiciones innecesarias a
productos antimicrobianos conllevan riesgos que, por ahora, no están
bien definidos.
Halden y su equipo realizaron una serie de experimentos encaminados a
seguir el itinerario medioambiental de los ingredientes activos en los
productos de higiene personal. Los inquietantes resultados de su
investigación indican que el triclosán y el triclocarbán se aposentan
primero en el lodo de las aguas residuales y son luego transferidos a
los suelos y a masas naturales de agua, donde se ha observado que
persisten durante meses o incluso años.
La química subyacente en estos compuestos los hace muy difíciles de
descomponer. Además, son hidrófobos y tienden a pegarse a partículas, lo
que disminuye su susceptibilidad a los procesos de degradación y
facilita el transporte a largas distancias en el agua y el aire. Un
estudio reciente demostró la acumulación de triclosán en los delfines
por culpa de las aguas costeras contaminadas.
Anteriormente, la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense
(EPA) se había nutrido de estudios, financiados por el sector
industrial, sobre el grado de eficacia de las plantas de tratamiento de
aguas residuales, cuyos resultados hacían creer que esos procesos de
depuración eliminaban el triclosán y el triclocarbán. Pero Halden
sospechó que estos compuestos químicos podrían persistir en el
subproducto sólido que queda después de dichos tratamientos: El lodo de
esas aguas residuales. Las sospechas del grupo fueron confirmadas a
través de análisis realizados en una gran planta de depuración de aguas
residuales que presta su servicio a 1,3 millones de personas.
En el primer estudio de este tipo, realizado por el equipo en 2006, se
determinó que tres cuartas partes de la masa de triclocarbán que entraba
en las instalaciones para el tratamiento de aguas residuales simplemente
se trasladaba del agua al lodo. Análisis similares confirmaron la
acumulación de triclosán en el lodo con una eficiencia del 50 por
ciento.
"Generamos seis mil millones de kilogramos de lodo seco al año", señala
Halden. "Eso es igual a un tren lleno de lodo que se extendiera a lo
largo de 1.200 kilómetros, desde Phoenix hasta San Francisco." La mitad
de este lodo va a parar a los campos agrícolas. Las probabilidades de
que estos productos químicos migren a los alimentos o se filtren hacia
las aguas subterráneas, no han sido suficientemente evaluadas. Es
probable que los agentes antimicrobianos sean capaces de moverse hacia
arriba en la cadena alimentaria, a través de un proceso conocido como
biomagnificación.
Al triclosán y al triclocarbán se los ha relacionado con problemas
endocrinos, así como con posibles efectos adversos sobre el desarrollo
sexual y neurológico. Además, la acumulación de estos compuestos
antimicrobianos en el medio ambiente ejerce una presión selectiva
evolutiva sobre los microorganismos expuestos a ellos, con lo que
aumenta la probabilidad de que surja un supermicrobio, resistente a los
agentes antimicrobianos, algo que podría tener consecuencias muy graves
para la salud humana.
En análisis recientes efectuados por el grupo de Halden, se midieron los
niveles de triclosán y triclocarbán, para determinar hasta qué punto
estos productos químicos, junto con otros agentes antimicrobianos, se
concentran en el lodo, y qué les sucede a partir de entonces. Se
descubrió que el triclosán y el triclocarbán constituyen dos tercios de
la masa de todos los agentes antimicrobianos presentes en el lodo.
Además, se ha observado una bioacumulación masiva de productos químicos
antimicrobianos en varias especies.
Halden advierte que estos compuestos químicos persistentes pueden tener
un impacto sobre otras formas de vida en el medio ambiente que no son el
objetivo contra el cual fueron fabricados. Los umbrales para matar a los
microbios son mucho más altos que los umbrales para matar a otras formas
más frágiles de vida, como algas, crustáceos y peces.
Esto explica, según Halden, por qué las concentraciones residuales de
agentes antimicrobianos halladas en ambientes acuáticos son lo bastante
perjudiciales como para acabar con numerosos crustáceos, que son
fundamentales para el ciclo de vida acuática y la red alimentaria.
Es evidente que los productos químicos como el triclosán y el
triclocarbán son útiles para la salud pública, sobre todo en el ámbito
clínico y manejados por personas que han sido entrenadas para usarlos
apropiadamente. Pero su utilización doméstica e ilimitada plantea dudas.
En 2005, la Administración estadounidense de Alimentos y Medicamentos
(FDA) creó un panel de expertos para revisar toda la información
disponible sobre estos productos químicos. Halden fue uno de los
miembros votantes de esta comisión, que concluyó que el uso habitual de
productos antimicrobianos por el público en general no era más eficaz, a
efectos prácticos, que los métodos tradicionales de higiene como por
ejemplo el de lavarse a fondo con jabón normal y agua.
La sociedad, insiste Halden, está participando en un gran experimento en
el que todos somos conejillos de indias. Si bien se necesita con
urgencia una reglamentación eficaz de estos productos químicos, Halden
dice que la inercia de las agencias reguladoras es un formidable
obstáculo. Mientras tanto, la mayor esperanza está puesta en que los
consumidores domésticos eviten usar productos que contengan triclosán y
triclocarbán, según él aconseja.
"La cultura del miedo lleva a la gente a tomar decisiones impulsivas y
comprar una gran cantidad de productos antimicrobianos que realmente no
necesita", argumenta Halden. |