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Ciencia
Espacial
Informe Mars Express/Beagle-2
29
de Diciembre de 2003.
Los
científicos europeos celebraron con euforia la exitosa entrada en órbita
de la sonda Mars Express, durante la madrugada del día de Navidad. Sin
embargo, seguimos sin noticias de la nave de aterrizaje británica, la
Beagle-2, y los expertos, aunque no pierden la esperanza, temen que se
haya perdido para siempre.
Desde la separación de los dos vehículos, todo parecía avanzar conforme
a lo previsto. Los controladores desestimaron cualquier otra maniobra de
modificación de trayectoria para la Mars Express, tras la realizada el
20 de diciembre, dada la extremada precisión alcanzada por esta última.
La nave se dirigía hacia el punto elegido donde se desencadenaría la
maniobra de inserción orbital (MOI), a unos 414 km sobre la superficie
marciana.
A la espera de que alcanzase ese punto, se colocó a la sonda en su
configuración definitiva para la MOI. Es decir, se calentaron los
tanques de combustible y se comprobó el estado de las válvulas para
facilitar la activación del motor de a bordo, el cual debía actuar
durante unos 34 minutos.
Para evitar que cualquier problema técnico colocara a la nave en “modo
seguro” durante tan críticas operaciones, se apagaron todos los sistemas
no esenciales, incluyendo la memoria de estado sólido.
A partir de entonces, y durante todo el día 24 de diciembre, no quedaría
otra cosa que hacer excepto esperar. A las 11:00 UTC, la Mars Express se
hallaba a 169.000 km de distancia del Planeta Rojo, y a 157.167.000 km
de la Tierra. La velocidad de llegada, en esos momentos, era de 2,8
km/s, aumentando debido a la atracción gravitatoria de Marte. Al mismo
tiempo, la Mars Express y la Beagle-2 se hallaban a unos 2.300 km de
distancia entre sí, separándose a un ritmo de 6,5 metros por segundo.
A las 21:00 UTC, la Mars Express se encontraba a 66.800 km de su
objetivo, experimentando la atracción gravitatoria prevista. Sería la
atracción de la gravedad marciana la que la situaría en órbita alrededor
del planeta. La nave usaría su motor para acelerar su llegada un poco
más, permitiendo igualar la velocidad de Marte lo suficiente como para
que éste pudiera atraparla.
A la 01:00 UTC del 25 de diciembre, día de Navidad, la Mars Express se
hallaba a 23.700 km del planeta. A la 01:31 UTC, inició una maniobra
crucial para reorientar su motor principal en la dirección adecuada.
Ello propició el desvío de la antena de alta ganancia, que ya no
apuntaría directamente hacia la Tierra, de modo que se perdió la
telemetría.
Por fin, a las 02:47 UTC, la sonda activó su motor modificando su
velocidad de llegada de la manera apropiada. Al concluir, la gravedad
marciana la había capturado en una órbita elíptica ecuatorial
provisional (400 por 188.000 km).
Aproximadamente al mimo tiempo, la nave de aterrizaje Beagle-2 debía
estar posándose sobre la superficie de Marte. Según el plan de vuelo,
debía emplear su escudo térmico para frenar su descenso a 20.000 km/h a
través de la atmósfera, soportando temperaturas de 1.700 grados Celsius.
Una vez completada la fase de desaceleración inicial gracias a la
fricción atmosférica, controlada por los acelerómetros de a bordo, a
unos 7,1 km de altitud se abriría el paracaídas “piloto”, que
estabilizaría el descenso para permitir, un minuto después, la apertura
del paracaídas principal de 10 metros de diámetro y la separación del
escudo térmico. Alcanzada la velocidad adecuada, a unos cientos de
metros sobre la superficie marciana, un altímetro radar ordenaría el
inflado de tres “airbags” que rodearían completamente a la nave,
protegiéndola del impacto a unos 60 km/h. Al primer contacto con el
suelo, el paracaídas sería expulsado para permitir rebotar sin
obstáculos durante varios minutos, hasta la parada completa, hacia las
02:54 UTC. Sería el momento de desprender los airbags y dejar caer a la
Beagle 2 sobre la superficie desnuda. Gracias a su diseño, la sonda
sería capaz de situarse “boca arriba” independientemente de su posición
de descanso inicial.
Si todo se había desarrollado conforme a lo previsto, la Beagle-2 habría
abierto sus cuatro paneles solares circulares, lista para comunicarse.
La primera oportunidad de oír su señal, las 9 notas de un tema del grupo
de rock Blur, la tendría la sonda americana Mars Odyssey, que pasaría
sobre la zona unas tres horas después del aterrizaje. Sin embargo, las
estaciones de seguimiento de la NASA no localizaron ninguna llamada de
la Beagle-2 en la telemetría enviada por la Mars Odyssey.
Fue algo decepcionante, pero no inesperado, puesto que la Beagle-2
podría haber caído en un lugar algo separado del lugar previsto (11 N,
90 E, dentro de una elipse de 30 km de largo y 5 km de ancho, en la
región Isidis Planitia, cerca del ecuador marciano), por ejemplo debido
a variaciones en el ángulo de entrada en la atmósfera o la velocidad del
viento, tener su antena apuntando hacia un punto incorrecto, o incluso
por la existencia de diferencias en las frecuencias de su transmisor y
el de la nave americana. El momento tampoco era ideal: la pequeña sonda
debía recargar sus baterías antes de la llegada de la noche marciana
(07:15 UTC). Un retraso en la apertura de los paneles solares lo
imposibilitaría, ya que la nave se apagaría automáticamente al llegar
ese momento, para conservar energía y resistir mejor temperaturas de
hasta -80 grados C. La próxima oportunidad de contacto se llevaría a
cabo con el concurso de la potente estación de seguimiento del Jodrell
Bank Telescope, en Gran Bretaña, entre las 22:20 UTC y las 23:40 UTC.
Pero tampoco en esta ocasión hubo suerte.
Mientras, la Mars Express seguía su ruta trazada alrededor del planeta,
preparándose para las maniobras que modificarían su órbita hasta
convertirla en una polar (86 grados) y menos elíptica (400 por 10.000
km). Cuando se alcance esta trayectoria, la Mars Express intentará
comunicarse con la Beagle-2. Los expertos creen que ello aumentará las
probabilidades de éxito, ya que ambos vehículos sí han sido diseñados
para contactar entre sí.
El hecho de que el radiotelescopio Lovell de Jodrell Bank no haya
captado la señal de 5 vatios de la Beagle-2, sin embargo, es
preocupante, puesto que su antena y receptor ultrasensible fueron
ideados para detectarla incluso si la transmisión fuera más débil de lo
esperado o estuviera ligeramente mal dirigida.
Sin perder la esperanza, los científicos esperan que se produzca el
milagro. El ordenador de la Beagle-2, un vehículo de tan sólo 33 kg de
peso (9 de ellos, instrumentos científicos), tiene programados hasta 14
posibles contactos con la Mars Odyssey, y la Mars Express se unirá a la
búsqueda el 4 de enero.
El 26 de diciembre, la Mars Odyssey realizaría otro paso sobre la zona
de aterrizaje (18:14 UTC), sin que se captara ninguna señal. Jodrell
Bank tomó el relevo entre las 23:20 UTC del mismo día y las 00:00 UTC
del 27 de diciembre, también sin resultados. La Mars Odyssey repitió a
las 06:15 UTC.
Desde entonces, ningún intento ha tenido éxito. Los científicos
necesitan escuchar durante más tiempo, de modo que esperan con interés
la llegada de la Mars Express a su órbita polar definitiva, maniobra que
se llevará a cabo el 30 de diciembre. El 4 de enero, la sonda estará
lista para buscar a su compañera de viaje.
Los especialistas están investigando todas las posibilidades. Un error
en el ordenador podría haber reinicializado el reloj de a bordo de la
Beagle-2, propiciando la activación del transmisor en momentos
incorrectos. Por eso se ha usado la Mars Odyssey para enviar órdenes “a
ciegas” que propicien su sincronización. En todo caso, los responsables
británicos de la Beagle-2 han formado un grupo que está examinando la
situación.
Desde el 27 de diciembre, está participando en la búsqueda un
radiotelescopio de la University of Stanford, cuyo objetivo, además de
localizar las señales de radio de la Beagle-2, será intentar detectar la
débil radiación producida por los procesadores de la sonda, algo que al
menos demostraría que se encuentra funcionando.
La última imagen de la zona de aterrizaje de la Beagle-2 enviada por la
sonda Mars Global Surveyor, obtenida 20 minutos después del supuesto
aterrizaje, muestra una región despejada y con buen tiempo
meteorológico. Sin embargo, dentro de la elipse se halla un cráter de 1
km de diámetro a cuyo interior podría haber ido a parar la nave. Si esto
fuera así, las paredes del cráter, aunque suaves, podrían mantener
inclinada a la sonda evitando un contacto directo con la Tierra. Grandes
piedras podrían tener el mismo efecto.
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