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Espacial.
STS-107 Columbia
26 de
Mayo de 2003.
Según
un estudio realizado por la comisión de investigación, si se hubieran
conocido los daños que afectaban al Columbia, habría sido técnicamente
factible intentar una misión de rescate o una salida extravehicular para
su reparación. Aunque el éxito de estas medidas es como mínimo dudoso,
parece que la NASA no hizo todo lo que habría sido posible.
La mentalidad negativa de sus dirigentes propició el rechazo de una
propuesta que recomendaba fotografiar el Columbia mediante satélites
espía, considerándose que, en caso de existir daño real, no podría
hacerse nada por resolverlo. La comisión de investigación, sin embargo,
no está de acuerdo con esta conclusión.
Los expertos han continuado examinando los restos y han detectado la
presencia de escoria de metal fundido que señala con cierta precisión el
punto donde se originó la brecha que desencadenó el desastre. Ésta se
habría abierto en la esquina inferior más cercana al fuselaje principal
del panel RCC número 8. La perforación, ocasionada porque la superficie
se vio expuesta debido probablemente al desprendimiento de la junta T
situada entre los paneles RCC 7 y 8 (a su vez dañada por el impacto de
un pedazo de espuma aislante del tanque externo de combustible, durante
el ascenso), permitió la entrada de gases calientes que debilitaron la
estructura del ala hasta causar su completa destrucción. El agujero
inicial debió ser muy pequeño, pero éste se amplió poco a poco a medida
que transcurría el descenso del vehículo a través de la atmósfera.
Los expertos aún no pueden estar completamente seguros sobre este
escenario porque la mitad inferior del panel RCC 8 no ha sido
recuperada. Sin embargo, la otra mitad muestra la presencia de la
escoria metálica, que habría llegado allí por la acción de los gases
calientes, los cuales, actuando como un soplete, atravesaron
completamente el ala. La escoria tiene aspecto globular y su análisis
químico señala que es material procedente de una sección muy concreta
del ala. Los otros paneles RCC recuperados no tienen estas esferas
globulares, aunque el número 9 no ha sido encontrado aún y podría
tenerlas.
Mientras, sigue la polémica sobre si se hubiera podido o no hacer algo
por salvar al Columbia y su tripulación. La respuesta parece que no es
tan clara como podría pensarse en un principio. Las probabilidades eran
escasas, pero no cero, así que la comisión investigadora ha criticado
que la NASA fuera tan negativa en este aspecto.
Lo cierto es que en otras ocasiones se han producido impactos de espuma
aislante contra un transbordador, sin que nada grave ocurriera. Los
técnicos que se preocuparon por el suceso en el Columbia solicitaron la
obtención de fotografías de la zona dañada para estar más seguros sobre
sus posibles consecuencias, pero la dirección de la NASA estimó
innecesario este procedimiento, argumentado imposibilidad de reparación
(la región es inaccesible directamente).
Pero la comisión opina que la NASA debería haber tomado todas las
medidas posibles, más aún si estaban a su disposición. Las imágenes
obtenidas por un satélite espía o un paseo espacial realizado por los
astronautas del Columbia hubiera aclarado la situación. Entonces la
agencia habría podido evaluar realmente si había o no solución al
problema y si la nave podía aterrizar sin aparente peligro o era mejor
no arriesgar una reentrada precipitada. En este último caso, se cree que
habría sido posible montar una misión de rescate mediante el
transbordador Atlantis.
El principal problema, a pesar de todo, habría sido el tiempo. Sin
pruebas concluyentes, es probable que la NASA, de manera conservadora,
no admitiese arriesgar a otro transbordador que podía sufrir el mismo
problema durante el ascenso. Es decir, aunque el rescate quizá hubiera
sido posible, en las circunstancias del momento, su puesta en práctica
habría sido, cuando menos, dudosa. Nunca sabremos tampoco si una salida
extravehicular de emergencia habría podido proteger la zona de la brecha
el tiempo suficiente como para superar la fase más crítica del vuelo.
El Columbia estaba equipado con un sistema EDO que permite prolongar el
tiempo de estancia en órbita hasta un mes, gracias a tanques esféricos
adicionales de hidrógeno y oxígeno líquidos, algunos de los cuales
cayeron intactos a tierra. Ni el agua ni los alimentos hubieran sido un
problema, excepto el sistema que elimina el CO2 de la atmósfera. En caso
realmente necesario, la NASA podría haber incrementado el límite de
seguridad, muy conservador. Todo ello, y el ahorro de energía y de
oxígeno, habría permitido la preparación rápida del Atlantis y su
lanzamiento con cuatro astronautas. Una vez en órbita, se habría
transferido toda la tripulación del Columbia y este último habría sido
traído a casa por control remoto, aunque ello sólo hubiera supuesto su
final.
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