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Sondas
Adiós Galileo
22 de Septiembre de 2003.
Después
de 14 años, la odisea de la sonda Galileo finalizaba como estaba
previsto el 21 de septiembre. El vehículo penetró en la atmósfera de
Júpiter y se desintegró en ella a las 11:56, hora de la costa este
estadounidense. La última señal procedente de la nave llegó a la Tierra
a las 12:43:14, tras recorrer la enorme distancia que nos separa del
planeta.
Fue una mañana muy especial para muchos de los miembros del proyecto
Galileo y sus familias, quienes acudieron a las instalaciones del Jet
Propulsion Laboratory en Pasadena, California, para vivir sus últimos
momentos y decir adiós a la máquina que tanto ha cambiado nuestra visión
del sistema joviano.
La Galileo acabó su largo viaje habiendo recorrido 4.631 millones de
kilómetros, y tras haber soportado más de cuatro veces la cantidad de
radiación para la que fue diseñada. La nave fue colocada en una ruta de
colisión con Júpiter para evitar que el agotamiento de su combustible de
maniobras, que habría dejado pronto a la sonda sin control de
orientación, y por tanto, sin contacto con la Tierra, la convirtiera en
un derrelicto flotante. Los científicos querían a toda costa evitar que
la Galileo pudiera caer en el futuro sobre la luna Europa, donde algunos
astrobiólogos creen podría haber vida, en el océano líquido que parece
existir bajo su costra helada.
La Galileo fue lanzada hacia su objetivo en 1989, a bordo del
transbordador espacial Atlantis. Cruzó el cinturón de asteroides en
octubre de 1991 y nos ofreció las primeras imágenes de un asteroide
(Gaspra). Menos de un año después, repitió su hazaña mostrándonos a Ida
y su satélite Dactyl, otra primicia. Durante su acercamiento a Júpiter,
en 1994, contempló el choque del cometa Shoemaker-Levy 9 contra él.
Después, lanzó una sonda de descenso hacia la atmósfera del planeta,
recogiendo numerosa información sobre su composición y estructura, y se
colocó ella misma en órbita alrededor de Júpiter.
Además de examinar la magnetosfera de este último y sus características
físicas, la nave centró una buena parte de su atención en los satélites
que lo rodean, en especial los llamados galileanos (Europa, Calisto,
Ganímedes e Ío). Sus trabajos en esta área son muy conocidos y
espectaculares. Por ejemplo, estudió la actividad volcánica de Ío,
descubrió la presencia de un océano salado bajo la corteza de hielo de
Europa (Calisto y Ganímedes podrían tenerlo también), y el campo
magnético de Ganímedes.
La misión principal finalizó hace seis años. Con sus comunicaciones
coartadas debido a la no apertura de su antena de alta ganancia, la
prolongación de la misión ha supuesto conseguir la mayor parte de la
información prevista originalmente. De hecho, su trabajo alrededor de
Júpiter fue extendido tres veces gracias al buen estado de sus sistemas
electrónicos y a la potencia de su sistema de provisión energética.
La nave continuó aportando datos incluso durante los últimos meses de su
existencia. En noviembre de 2002 sobrevoló la luna Amaltea y detectó
señales de la posible existencia de restos rocosos cercanos a ella. El
definitivo acercamiento a la atmósfera de Júpiter realizado el 21 de
septiembre permitirá confirmar o denegar, tras el correspondiente
análisis, la existencia de un nuevo anillo alrededor del planeta en las
cercanías de la órbita de Amaltea.
Las últimas horas de la Galileo podrían haber sido científicamente
interesantes, aunque los controladores aún no están seguros, ya que el
vehículo penetró en una región de alta radiación donde sus sistemas de
captación de datos podrían haber fallado. Habrá que esperar unos días
para averiguarlo.
El punto de entrada sobre Júpiter quedó situado hacia un cuarto de grado
al sur del ecuador joviano. El descenso incontrolado se efectuó a unos
48,2 km/s. Llega así el final de una muy exitosa aventura durante la
cual se han gastado 925 kg de combustible (sin contar el lanzamiento), y
se han transmitido 30 Gb de datos, incluyendo 14.000 fotografías.
Ahora la NASA ya piensa en un sucesor para la famosa nave. Un nuevo
orbitador, dotado con propulsión nuclear, podría estar listo dentro de
unos años para un examen muy profundo del sistema de satélites y del
propio planeta. Se llamará Jupiter Icy Moons Orbiter y estará enmarcado
en el programa Prometheus. Podría volar antes de que acabe la presente
década.
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