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Vuelo Tripulado
China Consigue Su Objetivo
20 de Octubre de 2003.

Las autoridades chinas no se atrevieron finalmente a transmitir el lanzamiento de la Shenzhou-5 en directo, pero fueron notablemente abiertas en el suministro de información en cuanto éste se llevó a cabo con gran éxito. El mundo conoce así todos los detalles de una misión histórica que coloca a China como el tercer país que ha conseguido colocar a un hombre en el espacio con medios propios.

Como se esperaba, el despegue de la Shenzhou-5 se llevó a cabo el 15 de octubre, tras la finalización de la reunión política de alto nivel que tenía ocupados a los mandatarios del país. Una vez acabada ésta, se dirigieron hacia la zona de lanzamiento, en Jiuquan, dispuestos a despedir al afortunado astronauta (taikonauta/yuhangyuan) y a seguir atentamente la misión que encumbraría el prestigio de la nación. El presidente Hu Jintao desearía lo mejor al viajero y a todo el equipo técnico.

Hasta pocas horas antes del despegue, se mantuvo en secreto el nombre del hombre que ocuparía la cápsula. Entre los tres seleccionados de forma preliminar (Zhai Zhigang, Nie Haisheng y Yang Liwei), sería Yang Liwei quien se encargaría de desempeñar tan importante papel. Piloto de caza militar, casado y con un hijo, Yang, de 38 años, se convertiría en uno más de los cientos de astronautas que siguieron a Gagarin, pero alguien con un protagonismo poco habitual.

El cohete CZ-2F utilizado para el lanzamiento, una bestia mecánica de 58,3 metros de altura y 478,8 toneladas, despegó a las 01:00 UTC del 15 de octubre. Lo hizo bajo luz diurna (todos los anteriores vuelos Shenzhou lo habían hecho durante la noche), ofreciendo una magnífica estampa durante el ascenso. Unos 10 minutos después, la cápsula era liberada en una órbita baja provisional (200 por 350 km, inclinada 42,4 grados respecto al ecuador).

La misión, puramente demostrativa, debía durar poco, apenas 14 órbitas (21 horas), tiempo suficiente para comprobar los sistemas y constatar que un astronauta humano podía gobernar con precisión sus equipos. Yang no debería abandonar su asiento ni penetrar en el módulo orbital cilíndrico, donde están alojados la mayor parte de los equipos científicos e instrumentos. El viajero hablaría con la Tierra, con su esposa e hijo, y con dignatarios chinos, mostraría la bandera China y la de las Naciones Unidas, y poco más. El pasajero, además, durmió y comió normalmente.

Una vez consumado el exitoso despegue, las cadenas nacionales de televisión transmitieron en diferido el lanzamiento y mantuvieron una cobertura informativa detallada del resto del viaje, incluyendo el aterrizaje.

En órbita, todo parecía ir muy bien. La nave Shenzhou, claramente basada en el diseño de las Soyuz rusas, ha sido sin embargo perfeccionada y construida de forma doméstica. De este modo, puede decirse que la Shenzhou es bastante más capaz que su homóloga rusa, tanto en volumen de espacio interno como en posibilidades técnicas (pesa unos 7.800 kg). Quizá el rasgo más destacado radique en su módulo orbital, que no es descartado antes del regreso sino que puede operar de forma independiente en órbita durante al menos seis meses, actuando como una miniestación orbital presurizada. Los técnicos chinos cuentan con esta capacidad para realizar sus primeros pasos hacia la obtención de un futuro complejo orbital tripulado.

Yang informó del desarrollo correcto de la maniobra de propulsión que convertiría en circular a su órbita, sobre los 343 km de altitud. Después, completadas sus 21 vueltas alrededor de la Tierra, separó el módulo orbital (21:35 UTC, 16 de octubre) y orientó su nave para el descenso. El módulo en el que se hallaba expulsó el de propulsión (21:58 UTC) tras utilizarlo para frenar su trayectoria y, situando su base con el escudo térmico de la forma apropiada, reentró en la atmósfera. Se abrieron los paracaídas y, apenas un metro sobre el suelo, se activaron unos pequeños cohetes para amortiguar el aterrizaje. Se posó (22:23 UTC) a menos de 5 km del lugar previsto, en una zona desértica de la Mongolia Interior (Nei Monggol Zizhiqu), de manera que las fuerzas de rescate pudieron acudir inmediatamente hasta su posición. Yang emergió de la cápsula con la ayuda del numeroso personal técnico, saludando y sonriendo, demostrando que todo había ido bien.

La cápsula quedó bajo custodia militar como paso previo a su revisión completa. La recepción del héroe, por su parte, sería apoteósica. China vibraba con lo ocurrido. Yang fue llevado a Beijing y realizó sus primeras declaraciones.

Una vez completada la misión (con una duración de 21 horas y 23 minutos, y unos 600.000 km recorridos), y apenas iniciados los festejos, las autoridades chinas dieron una rueda de prensa sin precedentes, en la que participaron muchos medios occidentales. La cabeza visible del programa tripulado chino reconoció que estaban frente a la culminación de un largo proyecto llamado 921, iniciado 11 ó 12 años atrás, y que sólo ahora conseguía sus primeros frutos. Declaró que se habían gastado unos 2.000 millones de dólares en todo este tiempo, incluyendo el desarrollo de las naves espaciales, la adaptación del cohete para hacerlo compatible con un vuelo tripulado, y la puesta en servicio de las numerosas instalaciones necesarias.

También se dieron pistas sobre lo que ocurriría en el futuro. El próximo vuelo debería ocurrir dentro de 1 ó 2 años, pero parece que este calendario responde más a un criterio de extrema prudencia, en caso de que se produzcan retrasos, que a la realidad. Entre los objetivos más inmediatos destacan el lanzar cápsulas con más hombres a bordo, demostrar un paseo espacial (actividad extravehicular), y el ensayo de técnicas de cita y acoplamiento entre módulos orbitales Shenzhou. Se formaría así una miniestación automática capaz de operar durante períodos de tiempo razonables, con presencia humana en pequeños intervalos. Más adelante, China tiene el objetivo prioritario de poner en órbita una estación espacial permanente, de unas 20 toneladas de peso, semejante al núcleo de la Mir y con capacidad para albergar astronautas de forma indefinida. El país no piensa aún en un viaje lunar, al menos oficialmente.

El módulo orbital de la Shenzhou debería operar de forma autónoma durante los próximos meses. Algunas fuentes citan su carga militar, ideada para realizar un reconocimiento fotográfico de la superficie terrestre. Otras han mencionado que transportaba un subsatélite para captación de señales. No hay confirmación de una u otra posibilidad.

Las reacciones en el mundo no se hicieron esperar. Las cabezas visibles de los programas espaciales americano y europeo, por ejemplo, felicitaron la empresa china con sendas notas de prensa. Japón, India, y la misma Rusia, que ha contribuido tecnológicamente (vendieron a China un módulo de descenso Soyuz, sin equipos, un sistema de soporte vital y un traje presurizado, además de entrenar a algunos de los candidatos a astronauta), han manifestado asimismo su interés por el vuelo. China adopta con la Shenzhou-5 una imagen de prestigio mundial que demuestra que tiene un brillante futuro, reclamando una atención que muy buen pudiera llevarles a cooperar de forma más profunda en este campo con otras naciones.

Los tres servicios postales chinos han emitido simultáneamente series de sellos conmemorando la hazaña.


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