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Lanzadera Espacial.
STS-107 Columbia

17 de Febrero de 2003.

Foto: NASADurante la semana pasada, se han dado a conocer nuevos detalles reveladores de lo que sucedió durante la reentrada de la astronave Columbia. Parece confirmado que hubo una entrada de plasma en el interior del ala izquierda, lo que sugiere la existencia anómala de una perforación o abertura de algún tipo en dicha estructura.

El análisis térmico muestra que los aumentos de temperatura detectados en la zona del compartimiento del tren de aterrizaje, en el ala izquierda, son coherentes con la presencia de plasma. Este gas supercaliente, que se forma alrededor del transbordador durante la reentrada, habría penetrado por algún punto todavía desconocido.

Por ahora, desconocemos si fue la presencia de dicho plasma lo que dañó la estructura del ala hasta su fallo total, o si, en realidad, fue sólo una consecuencia más de un daño estructural ya existente.

Teniendo en cuenta que la cantidad de calor que puede transmitirse hacia el interior del ala a través de una zona en la que falte alguna loseta térmica no es suficiente para justificar las temperaturas observadas durante los últimos minutos del vuelo, los investigadores se hallan ahora analizando los diversos escenarios que habrían permitido la aparición de algún tipo de brecha.

Los datos proporcionados por los indicadores de posición del tren de aterrizaje y la información relacionada con la mayor fuerza de resistencia experimentada por el ala izquierda no apoyan la teoría de que se abriera su compuerta antes de tiempo.

Estas últimas noticias permiten especular sobre si el ala izquierda recibió el impacto de algún objeto que practicara un agujero en su superficie, facilitando la penetración del plasma. Por el momento, no se descarta ninguna opción, incluido el choque de un pequeño meteorito o un resto de chatarra espacial.

El 10 de febrero, se habían recogido ya unas 12.000 piezas y fragmentos pertenecientes al Columbia en una zona de 800 km entre Ft. Worth, Texas, y la frontera entre Louisiana y Texas. Etiquetados para su identificación, y marcados en un mapa mediante GPS, estos restos fueron transportados poco a poco al Kennedy Space Center. Desde entonces, el ritmo de recogida ha descendido y los principales esfuerzos se centran en examinar los materiales para ayudar en la investigación.

No hay teorías aún definitivas sobre lo ocurrido, sólo probabilidades. El análisis del árbol de fallos posibles llevará tiempo. Además, la comisión investigadora está realizando un gran esfuerzo por reunir e integrar toda la información procedente de fuentes externas. Se espera elaborar una representación visual tridimensional de la trayectoria del vehículo, con todo detalle, gracias a las numerosas muestras de video y fotográficas, radar, etc., que lo muestran en los diversos puntos de su ruta de regreso.

Ahora que ya no es la NASA quien dirige las operaciones, sino el CAIB (Columbia Accident Investigation Board), la comisión investigadora independiente es quien tiene la prerrogativa de anunciar resultados y de ser más o menos abierta con respecto a la prensa. La completa independencia de dicha comisión, sin embargo, ya ha sido puesta en duda por algunos observadores.

El CAIB ha visitado varios centros de la NASA, reuniéndose con responsables y trabajadores de la agencia. Es posible que en el futuro deban utilizarse sus instalaciones para realizar pruebas que demuestren teorías y suposiciones técnicas. También han recibido mensajes anónimos de personas de la propia agencia con sugerencias que podrían ser muy útiles.

Grupos de la Marina estadounidense se ocuparán de rastrear el interior de los lagos y otros cuerpos de agua de las zonas afectadas por la caída de restos. Algunos podrían permanecer ocultos en el fondo y no haber sido detectados aún. Estas operaciones durarán al menos 45 días.

En otra zona del país, los ingenieros y expertos informáticos que tratan de extraer información útil de los 32 segundos de telemetría deficiente recibida con posterioridad a la pérdida oficial de contacto, han obtenido algún éxito en sus pesquisas. Dicha telemetría indica que otros dos motores de control de posición del Columbia, además de los dos ya conocidos, funcionaron tras el corte en las comunicaciones de voz con el vehículo. Es posible que actuaran intentando colaborar en el control del vehículo.

Se ha localizado uno de los cinco ordenadores GPC del Columbia entre los restos almacenados en el Kennedy Space Center. Sin embargo, estos sistemas no poseen disco duro, y dado que su batería no está presente, es improbable que pueda proporcionar información adicional. Se ha descubierto también una de las turbobombas de los tres motores principales del transbordador. Se encontraba enterrada a unos 4 ó 5 metros de profundidad, debido a la violencia del impacto.

Por último, la NASA ha anunciado que se han identificado claramente los restos de los siete astronautas del Columbia, en la Dover Air Force Base. Ello permitirá que se celebren las correspondientes ceremonias privadas durante las próximas semanas, si bien la de Ilan Ramon ya se llevó a cabo el pasado 11 de febrero, en Israel.

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