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Espacial
STS-107 Columbia
15 de Septiembre de 2003.
Finalizadas
las labores de análisis de los restos del Columbia, los trabajadores del
centro espacial Kennedy se disponen a trasladarlos hasta su ubicación
definitiva. A diferencia de lo que ocurrió con el Challenger, no
quedarán enterrados en un par de silos abandonados sino que estarán a
disposición de los investigadores que deseen examinarlos en el futuro.
Son más de 84.000 las piezas y fragmentos que abandonarán el hangar
donde se hallaban hasta ahora, clasificados y almacenados
convenientemente. Unos pocos podrían acabar en museos. Otros podrían
añadirse más adelante a la colección, ya que continúan produciéndose
hallazgos en las zonas donde cayó el transbordador.
Lo encontrado hasta ahora representa un 39 por ciento del vehículo. El
resto sigue desaparecido. Su destino será una de las plantas del
Edificio de Ensamblaje de Vehículos (el VAB, el mismo lugar donde se
montan los transbordadores antes de su lanzamiento), que ha sido
habilitada para la ocasión. En la citada planta (la número 16 del enorme
edificio) se ha construido una habitación especial donde quedarán
guardados los restos de la cabina donde murieron los tripulantes, así
como los fragmentos de los trajes espaciales y otros utensilios
personales de los astronautas. Por respeto a las familias de los
fallecidos, este material no ha estado al alcance de los investigadores
del accidente ajenos a la agencia.
La NASA se ha gastado 18,7 millones de dólares para cubrir los gastos de
la comisión investigadora. Ello incluye el sueldo de los 13 miembros de
la comisión CAIB, así como los de todo el personal que participó. Los
experimentos para determinar la causa de la pérdida del Columbia, como
las pruebas con fragmentos de espuma aislante, han costado otros 112,6
millones de dólares. Por su parte, la Federal Emergency Management
Administration ha gastado 235 millones de dólares adicionales para la
recuperación de los restos. Incluyendo otros gastos, ambas agencias han
empleado un total de 387 millones de dólares.
Pero la NASA deberá aún invertir mucho más para hacer segura a su
próxima misión tripulada, la cual, de hecho, se convertirá en una
especie de vuelo de pruebas para ensayar diversas mejoras y
procedimientos. Durante la conferencia de prensa en la que la agencia ha
anunciado sus planes para permitir que el transbordador Atlantis vuelva
al espacio, se ha mencionado marzo de 2004 como fecha de trabajo para el
lanzamiento. Sin embargo, es muy probable que éste se retrase hasta el
verano.
En otras circunstancias, la NASA podría haber optado por lanzar al
Atlantis con una tripulación reducida, pero la estación espacial
internacional necesita cuanto antes la visita de un transbordador, de
modo que seis o siete astronautas viajarán en él. Todos ellos habrán
sido entrenados especialmente para esta misión tan particular, de modo
que es improbable que se incluya entre ellos a una nueva tripulación de
larga duración para la ISS.
A corto plazo, el Atlantis deberá poner en práctica la mayoría de las
recomendaciones hechas por la comisión CAIB. Por eso, los astronautas
tendrán que aprender a inspeccionar el exterior de su nave, ya sea
directamente o desde la estación espacial, salir al exterior para hacer
reparaciones, etc.
Más a largo plazo, la NASA podría mantener siempre a un segundo
transbordador a punto para el lanzamiento, preparado para efectuar una
misión de rescate en caso de que sea necesario. La ISS podría actuar
como puerto de atraque y reparación para una nave dañada durante el
despegue, incluso aunque su destino original no fuera la estación.
El Atlantis será lanzado con luz diurna para asegurar que las cámaras de
seguimiento puedan observarlo claramente, desde cualquier ángulo. Eso
ayudará a determinar si se producen nuevas caídas de fragmentos. Hasta
que esta lacra no sea eliminada, los transbordadores no volverán a
partir de noche, lo cual limitará las oportunidades de lanzamiento.
Uno de los aspectos que puede provocar un notable retraso en la vuelta a
la actividad del Atlantis es el desarrollo a tiempo de los métodos y
materiales que permitan la reparación de las losetas térmicas. Dichos
materiales deben ser fácilmente aplicables y aún resistir las
temperaturas de la reentrada. En condiciones normales, su desarrollo
precisaría de años de investigación, por lo que la NASA podría pedir
ayuda a científicos de fuera del país. Si este obstáculo se supera, el
Atlantis será equipado con un sistema de cámaras y con una pértiga que
ampliará el alcance de su brazo robótico (un sistema que se hará
obligatorio para todos los vuelos, aunque no deba usarse para nada más).
Se revisarán así zonas antes inaccesibles de su superficie. Los
astronautas saldrán después al exterior para ensayar la reparación de
las losetas térmicas.
El plan es sin duda ambicioso, y algunos políticos no están convencidos
de que la NASA pueda llevarlo a término antes del próximo mes de marzo.
Su administrador, no obstante, ya ha advertido que el Atlantis no volará
hasta que todo esté a punto. El objetivo es conseguir una misión segura,
no una misión exitosa. Que el Atlantis vuelva a la Tierra sin problemas
podría dar una falsa sensación de seguridad si antes no se han cumplido
las recomendaciones hechas por el CAIB.
Richard Covey y sus 29 compañeros del grupo encargado de controlar que
la NASA siga los pasos correctos, el Stafford-Covey Task Group, van a
vigilar muy de cerca cada uno de los pasos que llevarán hasta el
lanzamiento del Atlantis.
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