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Estación Espacial
Informe ISS

3 de Noviembre de 2003.

Foto: EnergiaLa misión Cervantes ha finalizado, y con ella, la estancia de 10 días en el espacio del español Pedro Duque. Su regreso a la Tierra, junto a los miembros de la séptima expedición de larga duración, fue normal. En la estación espacial internacional inician ahora su largo periplo de más de seis meses los astronautas Mike Foale y Alexander Kaleri, los componentes de la expedición número 8.

Las últimas horas en el complejo de Duque, Lu y Malenchenko estuvieron protagonizadas por los habituales preparativos necesarios para un retorno seguro a casa. Se embarcaron en la cosmonave Soyuz TMA-2 el resto de utensilios personales y se introdujeron en ella los resultados de los experimentos realizados por Duque que precisaban ser analizados en tierra, así como otros efectuados por Lu y Malenchenko durante su estancia (en total, unos 50 kg de carga). No faltaron tampoco las preciosas muestras que permitirán disipar cualquier duda sobre la calidad del aire y el agua a bordo de la estación, ahora que algunos de sus equipos de análisis necesitan ser reparados y por tanto no están operativos.

Malenchenko desmontó algunos equipos del módulo orbital de la Soyuz, que podrán ser reutilizados en la ISS. Dicho módulo orbital sería desechado durante el regreso a la Tierra, por lo que algunos componentes, como sensores de temperatura, unidades de memoria, etc., pueden ser retirados para evitar su inútil destrucción.

Pedro Duque desmontó sus últimos experimentos (BMI, APIS…), y descargó algunos resultados en el disco duro que sería llevado de regreso a casa. Las dos tripulaciones realizaron también las últimas transmisiones de televisión con destino a satisfacer las preguntas de los periodistas, y Duque completó sus comunicaciones con radioaficionados españoles.

El día del definitivo retorno a la Tierra, el 27 de octubre, finalizó con Duque, Malenchenko y Lu despidiéndose de sus compañeros y entrando en el interior del módulo de descenso de su cápsula. Las escotillas se cerraron hacia las 20:05 UTC. Veinte minutos más tarde, se completaba la comprobación de posibles fugas de aire.

Poco antes de la separación, se produjo una pequeña anomalía: los motores de la Soyuz TMA-2 se activaron brevemente, y provocaron la inesperada rotación de la estación en unos 25 grados, que tuvo que ser compensada por los sistemas de propulsión de esta última, consumiendo un combustible que no estaba previsto. El incidente está bajo investigación, pero no parece que los astronautas cometieran ningún error durante esta fase. Con anterioridad, durante la fase de preparación de la cápsula, alguien presionó simultáneamente y sin querer los botones que después entrarían en acción. La tripulación de la TMA-2 apenas de dio cuenta de lo sucedido, ya que no afectó a su viaje de regreso. Sólo apreciaron brevemente que un par de luces en el panel de mando estaban encendidas cuando no deberían haberlo estado.

La nave se desacopló del módulo Zarya a las 23:17 UTC. A la 01:47 UTC del 28 de octubre, el motor de su módulo de servicio fue activado para frenar la velocidad (funcionó durante 4 minutos, ejerciendo un cambio de 115 m/s) y provocar así la reentrada sobre la atmósfera. Los componentes de la Soyuz se separaron 10 minutos después y el módulo de descenso penetró de forma controlada en la capa de aire que rodea a nuestro planeta. A las 02:41 UTC, se posaba sin dificultades en la zona de aterrizaje prevista (latitud 49,57 N, longitud 67,02 E), cerca de Arkalyk, en Kazajstán, tras la acción del paracaídas y el encendido de los pequeños cohetes de frenado situados en su base.

Casi de inmediato, las fuerzas de rescate se aproximaron a la cápsula, tumbada de lado. Duque sufrió una pequeña raspadura en la barbilla con su casco, durante el aterrizaje, pero se mostró encantado con lo bien que había salido todo, calificando de más espectacular este aterrizaje que el que había experimentado previamente, a bordo de la lanzadera espacial. El personal extrajo uno a uno a los cosmonautas, con un especial cuidado para Ed Lu y Yuri Malenchenko, cuya estancia de 6 meses en órbita había debilitado su forma física, requiriendo un cuidado extremo en sus movimientos.

Los dos miembros de la séptima expedición, que completaban una misión de 184 días, 22 horas y 47 minutos, junto al español, fueron introducidos en una tienda de campaña, donde fueron atendidos debidamente antes de ser trasladados en helicóptero, en dirección a Astana.

Los tres astronautas, después de una breve inspección médica, disfrutaron de la tradicional recepción y encuentro con sus familiares. Lu fue el que se mostró más afectado físicamente por el retorno a la gravedad, y Duque el más jovial. El español habló con la prensa tanto in-situ como vía satélite y manifestó su alegría por el exitoso viaje, confirmado por la Agencia Espacial Europea y por los resultados de los 22 experimentos realizados.

En órbita, Kaleri y Foale han iniciado su prolongada estancia en solitario, aclimatándose poco a poco a su nuevo hogar y horarios, y a las tareas científicas y de mantenimiento que van a tener que llevar a cabo a partir de ahora. Los dos astronautas tuvieron que permanecer más tiempo del previsto en las zonas más protegidas de la estación (parte trasera del módulo Zvezda y la zona dormitorio provisional en el Destiny), para afrontar mejor las tormentas solares que han afectado a la Tierra durante los últimos días.

Para concluir este informe, incluimos los últimos textos escritos por Pedro Duque durante su estancia en la ISS:

27 octubre 2003
Lo único que sabes es que te acabas de despertar. Nada, pero nada, te aprieta ni te empuja, ni hace falta ningún esfuerzo para levantar el brazo y frotarte los ojos. De hecho, extrañamente la mano parece querer acercarse al ojo. Sientes haber dormido muy profundamente y el mundo se concreta a tu alrededor sin prisa. Ruido, motores, no, ventiladores, una ligera brisa.

Abres los ojos tan pegados - luces extrañas - ordenadores portátiles encendidos. ¿En el techo? Por supuesto, te estás despertando en una estación espacial, después de una noche dentro de tu saco de dormir, con los brazos como siempre flotando delante de la cara y las piernas en esa postura medio recogida en la que el tira y afloja entre los diferentes músculos queda en tablas.

Hay que ver lo bien que se duerme aquí, entre lo mucho que te hacen trabajar y lo blando del colchón. Miras la hora y son las cinco menos cuarto. Pronto, piensas, sonará el despertador y podrías dormir otros minutos, no te vendrían mal. La niebla se disipa y te viene a la memoria el plan del día. A ver, experimentos de biología, de medicina, de física... y conexiones de televisión. No sin cierto agobio recuerdas que la primera conexión es a las 6:00. Y esto no espera.

Si empiezas un experimento un cuarto de hora mas tarde puede que vayas retrasado todo el día, pero las orbitas son implacables relojes y la estación pasara por encima de las antenas que recogen la señal de televisión a las 6:00, ni un segundo más ni menos. ¿Tendrás tiempo de desayunar después de la conexión?

Olvídate de dormir un poco más, salir del saco y buscar el plan exacto del día, aunque tu esperanza es poca: seguramente hay que estar listo para el trabajo muy rápido. ¡Ups! Demasiado rápido, el saco de dormir y la pared donde está el plan del día se alejan rápidamente.

Sin los reflejos despiertos, no atinas a encontrar un asidero y acabas en los portátiles, que por suerte están unidos a la pared débilmente y por enésima vez te amortiguan y ceden. No importa, los portátiles tienen una versión electrónica del plan diario: en efecto, después de la conexión de televisión empieza ya la actividad de experimentos y hay que darse prisa.

Agarras ropa limpia, los zapatos de danza de suela blanda y el papel donde dice con quién es la conexión. Volando hacia el "baño" no te encuentras a nadie, todo esta aún bastante oscuro y eres el primero que se despierta. El baño es un punto del pasillo con un espejo grande y todo alrededor pegado con velcro: peines, bolsas de agua, bolsas de jabón, champú de camping sin aclarado, etcétera. Encuentras tus toallas y empapas una con el jabón de la bolsita. Más o menos quedas limpio, no es día para mucho detalle. Peinar, vestir, al desayuno.

Por suerte tu comandante ya se ha despertado y, aunque no le ha dado tiempo de vestirse, ya está encendiendo el sistema de televisión de la estación y apuntando la cámara. ¿Qué dice el mensaje? Con bandera de España de fondo, tal televisión, tal comentarista, tales preguntas posibles.

Estira la bandera que, claro, en ingravidez tozudamente quiere formar un ovillo. Ya no es la primera vez, está dominada y el fondo está listo en dos minutos. Las 5:30.

Sacas unas bolsas de té, una lata de tortilla francesa, una bolsita de pan blanco en pequeños trocitos. Empiezas a llenar las bolsas de productos liofilizados y con las prisas te abrasas la mano, no es grave, la temperatura está controlada para que no se queme la gente.

Con el abrelatas descubres la tortilla, que así vista podría ser tanto paté como queso. La cuchara afortunadamente no ha volado durante la noche, esta vez no hay que rescatarla de un filtro, te felicitas, ya no cometes errores de principiante.

Las 5:48 y hay que encender las luces. Tu comandante te grita "¡¡balans bieloie!!" y en seguida agarras un papel, lo pones frente a la cámara y ayudas a definir el blanco para la cámara, que eso es lo que te pedía en ruso. El enfoque te obliga a ponerte en tu sitio y abandonar el desayuno por el momento.

5:58, los últimos trozos de tortilla, que como la dejes en algún sitio a medias manchará seguro algo. Despachurras la lata para que ocupe menos en la basura, y ya llaman por la radio de Moscú. Que sí, ya estamos preparados (mentira, tu aún te limpias la cara). Vale, podéis empezar la entrevista.

Al acabar, te ríes con ganas con tus compañeros de lo poquito que ha faltado. Eso alivia la tensión, aún queda un día entero de trabajo por delante. Menos mal que acaba en tu saco de dormir, colchón de puro plumón.

28 octubre 2003
El día de hoy es el último que paso completo en la estación. Sigue habiendo mucho que hacer, pero ya el énfasis se centra más en terminar todo y empaquetar correctamente los resultados de los experimentos.

Aún hay una buena cantidad de experimentos que aprovechan hasta la última hora del vuelo para operar, exprimen las horas de ingravidez para el estudio de líquidos o materiales. Otros han de mantenerse congelados o a temperatura controlada hasta inmediatamente antes del aterrizaje para luego no perder los resultados durante las horas que estarán en la cápsula, puesto que ahí no tenemos ni refrigeradores ni calentadores para ellos, y se mantienen en termos.

El ambiente en la nave ha cambiado. La tripulación saliente ya tiene la mente más en la Tierra y han pasado el relevo a la tripulación nueva de forma completa. Ahora algunas pequeñas cosas ya han cambiado, aunque los nuevos aún tardarán un tiempo me imagino en ponerlo todo a su gusto. Hoy me ha llamado la atención también que los nuevos tripulantes quieren saber dónde he dejado todo para continuar trabajando en ello o guardarlo en donde a ellos les parezca.

La sensación del que se marcha después de muchos, muchísimos días aquí no la puedo conocer de primera mano, pero me imagino que ya están listos para volver y tienen ganas de encontrarse con su familia. Ellos dicen que han pasado unos meses agradables en la estación y que no se arrepienten de haber venido, pero puedo imaginarme que cuando lleguen a la Tierra será mucho más la felicidad que la nostalgia.

Sólo he conocido un compañero que, el mismo día del aterrizaje, al pie del avión que lo traía de la estepa, me dijo "lo echo de menos, en la estación estaba yo mejor". Ese fue Valeri Poliakov en 1995, premio Príncipe de Asturias, después de la estancia más larga hasta el momento de un astronauta en el espacio: catorce meses. No sé qué pensará Valeri ahora, no se me ha ocurrido preguntárselo, quizás me diga que fue un pronto y luego se lo pensó mejor. Pero sí hay que reconocer que trabajar aquí un tiempo es un privilegio y la experiencia es inolvidable.

En mi caso, después de sólo diez días, desde luego me podría quedar más si el ritmo de trabajo bajara a los niveles de mis compañeros para poder tener algo de sosiego y disfrutar de las ventajas. Tengo esa sensación del turista que ha estado unos cuantos días en un centro turístico y ve acercarse el último día, esa sensación de que queda mucho más por hacer y disfrutar de lo que da tiempo. En estos días le he robado al día cinco minutos de aquí y cinco de allá para aprender a moverme con soltura, para mirar por la ventana la Tierra de día, la tierra de noche, las estrellas.

Hoy he tenido suerte: he podido ver los fuegos sobre California, impresionantes, y he decidido dedicar unos minutos a meterme en un módulo fuera del camino de los demás y apagar las luces para ver la noche. Allí he visto algo que se ve con frecuencia, una tormenta eléctrica en la que los rayos se propagan de unas nubes a otras. Y en medio de ese espectáculo, he visto algo pequeño pero muy bonito: una estrella fugaz debajo de nosotros. Una bonita despedida.

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