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Geología
Materiales Derivados del Impacto Que Extinguió a los Dinosaurios
29 de Abril de 2005.

Foto: Frank KyteUn equipo de investigadores ha explicado cómo una nube de residuos que envolvió el globo terrestre, se formó a consecuencia del impacto del asteroide que condujo al fin de los dinosaurios.

Realizado por científicos del Museo Americano de Historia Natural y de la Universidad de Chicago, este estudio ofrece la reconstrucción más detallada hecha hasta ahora de la complicada química de la bola de fuego producida en el impacto.

El residuo, gotas del tamaño de granos de arena de líquido caliente, se condensó de la nube de vapor producida por un asteroide que impactó hace 65 millones de años. Los científicos han propuesto tres orígenes diferentes para estas gotas, llamadas esférulas. Unos investigadores han teorizado que la fricción atmosférica fundió las gotas separándolas del asteroide cuando se acercó a la superficie de la Tierra. Otros sugirieron que las gotas salpicaron fuera del cráter de impacto de Chicxulub cerca de la costa de la Península de Yucatán, México, después de la colisión del asteroide con la Tierra.

Pero análisis conducidos por Denton Ebel, Conservador Auxiliar de Meteoritos en el Museo Americano de Historia Natural, y Lawrence Grossman, profesor en Ciencias Geofísicas en la Universidad de Chicago, proporcionan evidencias nuevas para la tercera propuesta. Según su investigación, las gotas debieron de haberse condensado de la nube de vapor que se enfriaba y que envolvió la Tierra tras el impacto.

Ebel y Grossman basan sus conclusiones en un estudio de la espinela, un mineral rico en magnesio, hierro y níquel contenido dentro de las gotas.

Frank Kyte, profesor de geoquímica en la Universidad de California, Los Angeles, piensa que el estudio constituye un paso importante en la comprensión de cómo se forman estas esférulas de impacto, ya que muestra que las espinelas pueden formarse dentro de la columna de humo del impacto, lo que algunos investigadores argumentaron que no era posible.

Cuando el asteroide impactó hace unos 65 millones de años, rápidamente liberó una cantidad enorme de energía, creando una bola de fuego que subió muy alto en la estratosfera. "Este impacto gigante no sólo comprime la roca y la funde, sino que buena parte de ella se vaporiza" -expone Grossman-. "Ese vapor es muy caliente y se expande hacia el exterior del punto de impacto, enfriándose y propagándose a la vez. A medida que se enfría, el vapor se condensa como pequeñas gotas que llueven sobre toda la Tierra".

Esta lluvia de gotas fundidas se asienta entonces sobre el suelo, donde el agua y el tiempo alteraron las esférulas vítreas en la capa de arcilla que marca el límite entre el Cretáceo y el Terciario (ahora oficialmente llamado el Paleógeno). Esta frontera marca la extinción de los dinosaurios y muchas otras especies.

Lo que llevó a Ebel y Grossman a emprender este estudio fue una charla a la que el último asistió en una reunión científica hace unos 10 años. En esta charla, un científico declaró que las espinelas de la capa límite del Cretáceo-Paleógeno no podían haberse condensado del vapor de la nube de impacto debido a su muy oxidado volumen de hierro. "Pensé que era un argumento extraño" -recuerda Grossman-. "Cerca de la mitad de los átomos de casi cualquier roca que puedes encontrar son de oxígeno".

El laboratorio de Grossman, donde Ebel trabajaba en ese tiempo, se especializa en analizar meteoritos que han acumulado minerales que se condensaron de la nube de gas que formó el Sol hace 4.500 millones de años. Juntos decidieron aplicar su experiencia en ejecutar simulaciones informáticas de la condensación de minerales de la nube de gas que formó el sistema solar, al problema de las espinelas del Cretáceo-Paleógeno.

Kyte, de la UCLA, quien apoya un origen de la bola de fuego para las espinelas, ha medido la composición química de cientos de muestras de éstas, provenientes de todo el mundo.

Ebel y Grossman se basaron en el trabajo de Kyte y en cálculos previos hechos por Jay Melosh en la Universidad de Arizona y Elisabetta Pierazzo del Instituto de Ciencia Planetaria en Tucson, Arizona, demostrando cómo el ángulo de impacto del asteroide habría afectado la composición química de la bola de fuego. Impactos verticales contribuyen con más material del asteroide y rocas más profundas al vapor, mientras que impactos a ángulos más bajos vaporizan rocas menos profundas en el lugar del impacto.

Ebel y Grossman también se apoyaron en el trabajo de Mark Ghiorso de la Universidad de Chicago y de Richard Sack de la Universidad de Washington, quienes han desarrollado simulaciones que describen cómo cambian los minerales a temperaturas altas.

Las simulaciones por ordenador resultantes, desarrolladas por Ebel y Grossman, muestran cómo la roca que se vaporizó en el impacto se condensaría a medida que la bola de fuego se enfrió desde temperaturas que alcanzaron decenas de miles de grados. Las simulaciones pintan un cuadro de cielos globales llenos de una rara lluvia de un líquido de silicato rico en calcio, reflejando el contenido químico de las rocas alrededor del cráter de impacto de Chicxulub.

Sus cálculos les dijeron cuál debía ser la composición de las espinelas, basados en la composición del asteroide y del lecho de roca en el punto de impacto en México. Los resultados coincidieron estrechamente con la composición de las espinelas encontradas en todo el mundo y pertenecientes a la frontera del Cretáceo-Paleógeno, que Kyte y sus asociados de la UCLA han medido.

La comunidad científica ya sabía que las espinelas encontradas en la capa fronteriza en el Océano Atlántico diferían claramente en composición de aquellas encontradas en el Océano Pacífico. "Las espinelas que se encuentran en el límite Cretáceo-Paleógeno en el Atlántico se formaron en una fase más caliente, más temprana que la del Pacífico, formadas en una fase tardía, más fresca en esta gran nube de material que rodeó la Tierra", explica Ebel.

Los resultados de este estudio fortalecen la relación entre el impacto único de Chicxulub y el límite estratigráfico que marca la extinción en masa de hace 65 millones de años, que acabó con la Era de los Dinosaurios.

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