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Meteorología.
Mapa de Relámpagos

29 de Enero de 2002.

Foto: NASA Marshall/National Space Science and Technology CenterLos científicos han utilizado varios sensores en órbita que han permitido levantar un mapa fidedigno de los relámpagos que se desencadenan sobre la superficie. El estudio de los patrones en él observados ayudará a predecir con mayor fiabilidad qué zonas son más propensas a este tipo de fenómenos meteorológicos.

Basta echar un vistazo sobre el mapa para comprobar que los polos no sufren el azote de los relámpagos. También son escasos sobre los océanos, pero abundantes en Florida, en los Himalayas y sobre todo en el Africa Central.

Los científicos americanos del National Space Science and Technology Center están muy satisfechos porque por primera vez son capaces de determinar la distribución global de la actividad eléctrica de las tormentas. Según Hugh Christian, han comprobado que su variabilidad depende de la longitud, la latitud y el momento del año en que se producen.

Para llegar a estas conclusiones, se han basado principalmente en dos detectores montados en satélites artificiales: el Optical Transient Detector (OTD) y el Lightning Imaging Sensor (LIS). El primero fue lanzado en 1995 y aunque ya no funciona, obtuvo datos durante cinco años, más tiempo que los dos inicialmente previstos. El segundo se encuentra a bordo del satélite Tropical Rainfall Measuring Mission, en órbita desde 1997, y aún se encuentra activo.

Estos sensores ópticos lo que hacen principalmente es usar cámaras de alta velocidad que buscan cambios en la parte superior de las nubes, incluso cambios que nuestros ojos no podrían apreciar. Analizan una estrecha banda de longitud de onda, alrededor de los 777 nanómetros, que se encuentra cerca de la región infrarroja del espectro, y que por tanto permite descubrir breves "flashes" de luz incluso en condiciones diurnas.

Antes de que se dispusiera de estos detectores, los patrones globales de distribución de los relámpagos se conocían sólo de forma muy incompleta, gracias a sensores de radiofrecuencia situados en tierra que hacían mediciones locales. Debido a su limitado alcance, no había casi información de los océanos y de las áreas poco pobladas.

Dennis Boccippio, un científico atmosférico del NSSTC, nos cuenta el caso concreto de Florida, donde la actividad suele ser alta. La península experimenta dos brisas marinas, una procedente de la Costa Este y otra de la Costa Oeste. El "empuje" de estas dos brisas fuerza al aire del suelo a ir hacia arriba, desarrollando tormentas. Dentro de las nubes se producen turbulencias a causa de las ráfagas ascendentes. Esto a su vez hace que los pequeños cristales de hielo y las gotitas de agua, llamados "hidrometeoros", colisionen entre ellos. Por razones no completamente comprendidas, las cargas eléctricas positivas se acumulan en las partículas más pequeñas (hidrometeoros menores de 100 micrómetros), mientras que las cargas negativas lo hacen en las mayores. El viento y la gravedad separan los hidrometeoros cargados, produciéndose un enorme potencial eléctrico dentro de la tormenta. Los relámpagos son uno de los mecanismos para relajar este potencial. 

Es, sin embargo, en el Africa Central donde la actividad eléctrica golpea de forma más frecuente. La presencia de áreas montañosas, los flujos de aire procedentes del Atlántico y los patrones meteorológicos provocan una presencia constante de tormentas. 

Los sensores espaciales pueden realizar un seguimiento de la intensidad de los relámpagos a lo largo del tiempo. Así, en el hemisferio norte, éstos son más frecuentes durante los meses de verano. En las zonas ecuatoriales, aparecen en cambio más a menudo durante el otoño y la primavera. Por su parte, en algunas islas del Pacífico el fenómeno es casi desconocido, reflejándose apenas en el lenguaje hablado.

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