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Psicología
Las Creencias Personales, Más Que la Genética,
Están Detrás del Altruismo
25 de Noviembre de 2009.
El
comportamiento social aprendido y las creencias son elementos mucho más
convincentes que la genética para explicar el comportamiento altruista
de las personas que hacen favores a desconocidos sin esperar nada a
cambio o que arriesgan su vida para salvar las de otros. Ésta es la
conclusión a la que han llegado en un estudio Adrian V. Bell y sus
colegas de la Universidad de California en Davis.
El altruismo ha sido desde mucho tiempo atrás un tema de interés para
los científicos que estudian la evolución social. El altruismo presenta
una paradoja difícil de explicar: Ayudar a personas sin lazos de sangre
con el sujeto que ejerce la acción altruista tiene casi siempre un coste
o un riesgo para éste, y debido a ello cabría esperar que la conducta
altruista, por la amenaza que supone para los descendientes genéticos
del individuo altruista, no fuese favorecida por la evolución, al menos
atendiendo a los argumentos comunes de ésta. En otras palabras, alguien
que arriesga su vida para salvar a desconocidos tiene más probabilidades
de morir sin dejar descendientes que alguien que ante todo protege su
propia vida. Por eso, el egoísmo debiera ser un rasgo de personalidad
heredado de padres a hijos con mucha más frecuencia que el altruismo,
hasta acabar desplazando a éste.
Los investigadores utilizaron una ecuación matemática que describe las
condiciones necesarias para la evolución del altruismo. Esta ecuación
llevó a los autores del estudio a comparar las diferencias genéticas y
culturales entre grupos sociales vecinos.
Haciendo uso de los valores previamente calculados sobre las diferencias
genéticas, emplearon los datos recopilados en una encuesta mundial sobre
valores éticos, los cuales es previsible que estén fuertemente influidos
por la cultura en un gran número de países, como una fuente de
información para calcular las diferencias culturales entre los mismos
grupos vecinos. Al hacer las comparaciones, encontraron que el papel de
la cultura tiene un alcance mucho mayor para explicar nuestro
comportamiento prosocial que la genética.
Información adicional en:
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