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Oceanografía.
Tormentas Asiáticas y Plancton

25 de Octubre de 2002.

Foto: Berkeley Lab.En la primavera de 2001, dos boyas Carbon Explorer registraron el rápido crecimiento del fitoplancton en las capas superiores del norte del océano Pacífico, después de que una tormenta de polvo procedente del desierto del Gobi, rica en hierro, se depositara sobre ellas. La medición de la presencia de carbono orgánico en la zona es la primera observación directa de la capacidad del polvo terrestre de promover el crecimiento de la vida acuática.

Los Carbon Explorers utilizados son boyas SOLO (Sounding Oceanographic Lagrangian Observers) modificadas, adaptadas por un grupo de oceanógrafos liderados por James K. Bishop, del Lawrence Berkeley National Laboratory, para recoger medidas sobre el carbono. Las boyas SOLO, diseñadas para medir la temperatura y la salinidad a diversas profundidades, fueron originalmente diseñadas por Russ Davis, de la Scripps Institution of Oceanography, y utilizadas, en número creciente, para el programa internacional Argo, que estudia la variabilidad del clima oceánico.

Convertidas en Carbon Explorers, son capaces de obtener datos de la presencia de carbono orgánico en los primeros 1.000 metros de profundidad. Tienen mayor capacidad de almacenamiento que sus antecesoras y pueden ser operados de forma remota.

Dos de ellos fueron lanzados al mar el 10 de abril de 2001, desde el rompehielos Polar Star, cerca de la estación oceánica PAPA, en aguas subárticas, a unas mil millas al oeste de la isla Vancouver. Fueron programados para tomar mediciones y regresar a la superficie tres veces cada dos días, lo que permitiría enviar la información recolectada vía satélite. Las dos boyas sumergibles funcionaron de forma casi ininterrumpida durante 8 meses, hasta diciembre de 2001, cuando sus baterías se agotaron.

Los científicos han ahora analizado los resultados y han llegado a diversas conclusiones. Las plantas marinas que fijan el carbono en el océano viven, se reproducen y mueren en escalas cortas, de un día o una semana. El funcionamiento de los Carbon Explorers, constante, permite seguir el ritmo biológico del mar de una manera que los barcos y otros sistemas no pueden.

El crecimiento del fitoplancton se ve afectado por factores como las concentraciones de nutrientes, la luz, la temperatura, la salinidad y la forma en que el agua del mar se mezcla. Anteriores estudios en la región, en PAPA, sugerían que el crecimiento se veía también limitado por la falta de hierro disuelto en el agua. Los Carbon Explorers intentaron comprobar esto.

Ya desde los años 30 del siglo pasado se ha sospechado que las tormentas de polvo procedentes de los continentes podían jugar un papel en el crecimiento del fitoplancton, sobre todo en aquellas áreas donde el hierro disuelto, un micronutriente esencial, se encuentra en bajas concentraciones. Disolviendo el carbono en el agua marina y fijándolo como biomasa o materia inorgánica, el fitoplancton regula el CO2 de la atmósfera y por tanto ayuda a regular el clima global.

Apenas tres días antes del "lanzamiento" al agua de los Carbon Explorers, un satélite de la NASA detectó una gran tormenta de polvo procedente del desierto del Gobi, en China y Mongolia. Llegó a la estación PAPA el 12 de abril, donde levantó olas altas que impidieron a los exploradores informar, aunque continuaron recogiendo datos. Una vez pasada la tormenta, los enviaron, demostrando que había aumentado la concentración de partículas de carbono orgánico (se dobló en las dos siguientes semanas).

Se probó así que el hierro traído por la tormenta ayudó al crecimiento del fitoplancton. La "hipótesis del hierro" es, pues, correcta.

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