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Tumbas Para Estudiar el Ambiente
25 de Octubre de 2001.
 Cuando el geomorfólogo Tom Meierding investiga las condiciones ambientales del pasado y las compara con los niveles de polución actual, utiliza lápidas funerarias como instrumento, con resultados mejores que si usara tubos de ensayo o herramientas de alta tecnología.
Meierding forma parte de la escasa docena de investigadores en todo el mundo que emplean lápidas como indicadores ambientales. Este profesor de geografía de la University of Delaware ha medido más 15.000 lápidas en más de 700 cementerios durante los últimos 25 años, para estudiar el ambiente y la polución.
El científico (ver imagen) señala que los cementerios se encuentran entre los paisajes culturales más duraderos, preservados incluso en ciudades donde la competición por el suelo es feroz. Dado que su longevidad depende de la condición de los monumentos, las losas de piedra que albergan ofrecen diferentes visiones sobre la cultura, las tradiciones, la economía y las prioridades de las personas de la región en un período de tiempo determinado.
Ultimamente, Meierding ha viajado durante casi dos años a través de los Estados Unidos para medir el grosor de miles de lápidas. Básicamente, toma muestras científicas de unas 30 piedras en cada cementerio. En cada lápida, mide el grosor en la base, y después más arriba, como indicador de la erosión sufrida con el paso del tiempo.
También tiene en cuenta lo legibles que puedan ser las inscripciones que éstas tengan grabadas (comparando piedras erigidas en fechas semejantes en diferentes lugares) y calcula y compara el deterioro general en las distintas regiones.
El hecho de que todas las lápidas estén fechadas es una gran ventaja para su trabajo. Si comparamos dos fotografías de lápidas de mármol de la misma época pero de lugares diferentes, conseguiremos una información visual muy clara que ayudará a determinar la gravedad de los daños sufridos por cada piedra.
Las lápidas situadas en el centro de grandes ciudades como Pittsburgh o Boston muestran un gran deterioro, mientras que las de un pueblecito rural suelen estar mucho mejor conservadas.
Meierding cree que los efectos de la polución industrial desatada por la combustión del carbón, el siglo pasado, cuando las plantas industriales se instalaban en las ciudades y no había controles ambientales, fueron devastadores para las lápidas, pero también para las fachadas de los edificios.
Mucha gente piensa que es la polución de hoy en día y la lluvia ácida lo que produce todo este deterioro, pero esto no es así. Los peores efectos de la polución sulfurosa se produjeron hace 60 ó 70 años. Hoy en día los monumentos modernos no se ven tan dañados por la contaminación. El deterioro es ahora mucho más lento que antes, aunque aún exista.
Algunas de las investigaciones de Meierding se emplearán para llevar a cabo proyectos de preservación histórica.
Información adicional en:
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