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Energía
¿Son los Automóviles Impulsados por
Hidrógeno la Mejor Solución?
22
de Julio de 2003.
Políticos
y público parecen haberse subido ciegamente al tren de los vehículos
movidos por hidrógeno, como una de las mejores soluciones en nuestro
combate contra la contaminación, los gases invernadero y la dependencia
del petróleo. Pero un experto de la University of California en Berkeley
opina que hay soluciones más simples y baratas.
Alex Farrell, junto a su colega David Keith, de la Carnegie Mellon
University, ha publicado un artículo que muestra que existen varias
estrategias alternativas a corto y largo plazo capaces de alcanzar los
mismos resultados que pasar de motores de gasolina a coches impulsados
por hidrógeno.
Farrell piensa que, a pesar de que parecen una opción atractiva, estos
últimos podrían no serlo tanto a largo plazo. Por ello, antes de
invertir grandes sumas de dinero en este tipo de vehículos, deberíamos
pensarlo muy bien, e incluso probar otras soluciones, aunque sea de
forma experimental.
Farrell y Keith compararon los costes de desarrollo de los vehículos
movidos por células (pilas) de combustible con los de otras estrategias
que buscan los mismos objetivos económicos y ambientales. El hidrógeno
parece una buena opción porque puede reducir la polución del aire,
retrasar el cambio climático y reducir las importaciones de petróleo.
Pero para cada una de estas ventajas podrían existir alternativas más
baratas y más rápidas de implementar.
El gobierno estadounidense ya ha propuesto invertir 1.700 millones de
dólares en cinco años para el desarrollo de células de combustible de
hidrógeno y otras infraestructuras necesarias para su uso, producción,
almacenaje, etc.
El principal problema, explica Farrell, es que primero debemos valorar
de dónde saldrá el hidrógeno. En la actualidad, los métodos más
utilizados lo extraen del petróleo y del carbón, generando en el proceso
una significativa cantidad de CO2. A menos que este dióxido de carbono
pueda ser capturado y guardado, no habremos arreglado nada. La solución
ideal sería utilizar una energía renovable, como la eólica o la solar,
para obtener el hidrógeno sin emisiones de gases invernaderos.
Además, el hidrógeno es un gas peligroso. Transportarlo, almacenarlo y
distribuirlo implica una infraestructura que costaría unos 5.000 dólares
por vehículo. Tampoco hay que olvidar que será necesario mucho dinero
para obtener células de combustible capaces de igualar en rendimiento a
los actuales motores de gasolina.
Todo lo anterior valdría finalmente la pena si no existieran formas
alternativas de lograr los mismos objetivos, pero Farrell dice que sí
las hay. Durante las próximas décadas, el método más rentable de reducir
las importaciones de petróleo y las emisiones de CO2 de los automóviles
consistirá en incrementar la eficiencia en el consumo de combustible, es
decir, los coches deben gastar menos gasolina realizando más
kilometraje.
Ya existen tecnologías para lograr estas eficiencias, pero faltan los
incentivos económicos para que los fabricantes las introduzcan en sus
productos. También podrían utilizarse sustitutos del petróleo, como el
etanol, pero habría que investigar qué impacto económico y ambiental
supondría.
Por otro lado, si el objetivo es reducir los gases invernadero, quizá
sería mejor y más barato centrarnos en reducir las emisiones de CO2 de
las centrales eléctricas que invertir en vehículos de hidrógeno.
De la misma manera, si se hace necesario introducir el hidrógeno en el
sector del transporte, siempre será más interesante desarrollar
soluciones de este tipo específicamente diseñadas para grandes
vehículos, como barcos, camiones o trenes. Éstos son los que emiten más
gases y los que pueden almacenar mejor el hidrógeno a bordo, permitiendo
una red de distribución de inferior escala.
Información adicional en:
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