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Climatología
Las Ciudades Construidas en
Terrenos Fértiles Afectan al Clima
20 de Febrero de 2004.
Aunque
vitales para la Humanidad, ya que proporcionan hábitat y servicios a sus
ocupantes, la mayor parte de las ciudades fueron establecidas en suelos
fértiles, por obvias razones. Ahora, sin embargo, al hacerse mucho más
grandes, estos terrenos ya no se emplean para el cultivo, negándose esta
contribución al sistema de alimentación mundial.
Marc Imhoff y Lahouari Bounoua, de la NASA y la University of Maryland,
respectivamente, han realizado un estudio centrándose en las ciudades
estadounidenses, y han llegado a la conclusión de que, a pesar de que
las ciudades representan sólo el 3 por ciento del área de suelo
continental, la comida y las fibras que podrían haber crecido en dichos
territorios habrían rivalizado con la actual producción agrícola
americana, que cubre el 29 por ciento del país. Es decir, la agricultura
moderna ha tenido que establecerse en zonas mucho menos fértiles,
requiriendo mayor superficie para generar la misma producción. El
principal problema es que la ampliación del terreno agrícola tiene
efectos climáticos que habría que tener en cuenta.
Lo ocurrido no es extraño, puesto que la agricultura, si tiene éxito,
provoca la posterior urbanización, necesaria para el establecimiento de
las personas que explotarán y vivirán de los campos. A lo largo de la
historia, además, las tierras agrícolas más productivas atrajeron
comida, riqueza y comercio a su zona, lo que impulsó a los
asentamientos.
Por sí misma, la urbanización no es algo malo, explica Bounoua, ya que
es una forma útil de que las sociedades puedan permanecer juntas y
compartir recursos. Sin embargo, ello no se planeó teniendo en cuenta
los factores ambientales.
Los dos científicos usaron datos enviados por satélites que permitieron
realizar estimaciones de la productividad primaria neta (PPN) de todo el
territorio estudiado. Más concretamente, se midió el crecimiento vegetal
mediante factores como la captura de carbono atmosférico por parte de
las plantas, que lo utilizarán para fabricar nueva materia orgánica a
través de la fotosíntesis. En la práctica, la NPP alimenta a la compleja
red alimentaria de la Tierra y cuantifica las cantidades de dióxido de
carbono, un gas invernadero, que retiran las plantas de la atmósfera.
También se midió la salud de las plantas, basándose en el principio de
que éstas absorben radiación solar en la parte roja del espectro de la
luz utilizada por la fotosíntesis durante el crecimiento vegetal.
Para la zona continental de los Estados Unidos, si lo comparamos con el
paisaje pre-urbano, las ciudades modernas suponen un declive anual del
1,6 por ciento del PPN. Esta pérdida se compensa con una ganancia del
PPN en un 1,8 por ciento anual a través de la creación de nuevas tierras
de cultivo. Todo ello tiene consecuencias para la biodiversidad,
traduciéndose en menos energía disponible para las especies que forman
la cadena alimentaria terrestre.
Información adicional en:
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