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Psicología
La Capacidad Mental de Valorar la Intención de una
Persona y el Resultado de Su Acción
19 de Mayo
de 2010.
Imagine
este suceso: Una mujer y su amigo están paseando por una factoría
química. Llegan hasta una máquina expendedora de café, a cuyo lado hay
un depósito con la etiqueta “Tóxico”. La mujer ve este rótulo de
advertencia pero aún así vierte un poco de fino polvo blanco del
depósito en una taza de café que ha preparado para su amigo, buscando
deliberadamente envenenarle. El amigo bebe el café pero sale ileso del
incidente, porque, sin que la mujer lo supiera, resulta que el polvo era
tan sólo azúcar.
La mayoría de la gente se sentiría indignada ante la conducta de esa
mujer, y consideraría que su acto es moralmente repugnante. Sin embargo,
en un nuevo estudio, ciertos pacientes con daños en una región cerebral
conocida como corteza prefrontal ventromedial reaccionaron de manera muy
diferente. Fueron incapaces de experimentar una respuesta emocional
normal ante la situación anteriormente descrita, y basaron su valoración
sólo en el resultado, es decir sólo tuvieron en cuenta que el hombre no
sufrió ningún daño. A su entender, el acto de la amiga era moralmente
tolerable.
Eso indica que la capacidad del cerebro humano para responder
apropiadamente al intento de hacer daño, es decir, sentir una fuerte
indignación hacia el sujeto que ha tratado de hacerlo, se asienta en la
corteza prefrontal ventromedial, una región cerebral del tamaño de una
ciruela, ubicada por encima y hacia detrás de los ojos, y que interviene
en la regulación de las emociones.
Tal como señala Liane Young, del Departamento de Ciencias Cognitivas y
del Cerebro, del MIT, el hallazgo hace encajar una nueva pieza del
rompecabezas de cómo el cerebro humano construye la moral.
Trabajando con investigadores de la Universidad del Sur de California
dirigidos por Antonio Damasio, Young estudió un grupo de nueve pacientes
con daños en la corteza prefrontal ventromedial causados por aneurismas
o tumores.
Tales pacientes tienen problemas procesando emociones sociales tales
como la empatía o la vergüenza, pero tienen intactas sus capacidades
para el razonamiento y otras funciones cognitivas.
En el nuevo estudio, los investigadores trataron de averiguar el papel
exacto de las respuestas emocionales en la confección de valoraciones
morales. Presentaron a los sujetos 24 situaciones y les preguntaron cómo
reaccionarían ante tales sucesos. Los sucesos de mayor interés para los
investigadores eran aquellos en los que la intención de la persona no
coincidía con el resultado de su acción, ya fuese porque fallaba al
intentar hacer daño, o bien porque causaba un daño de manera
involuntaria y accidental.
Al ser confrontados con intentos fallidos de causar daño, los pacientes
eran perfectamente capaces de comprender las intenciones del autor de
los hechos, pero no le consideraban moralmente responsable. Los
pacientes valoraron incluso los intentos fallidos de hacer daño a
alguien como más permisibles que los daños causados sin querer a una
persona (como envenenar accidentalmente a alguien), o sea, justo al
revés de como lo valoraría una persona adulta normal, para quien es
moralmente más reprochable un intento fallido de asesinato que matar a
alguien por accidente.
Es resumidas cuentas, la manera que esos pacientes tienen de juzgar a
los demás no va más allá de los resultados finales de sus actos.
La capacidad de culpabilizar a quienes tratan de causar daño, aún cuando
acaben fracasando en su intento, podría haber evolucionado como una
manera de protegernos de aquellos con malas intenciones. Esta
información sobre la intención que tenía una persona al hacer algo es
fundamental para realizar valoraciones sobre el grado de confianza que
nos merece cada persona y para decidir de quienes nos conviene hacernos
amigos y a quienes debemos evitar a toda costa. Alguien que desea
hacernos daño, aún cuando no lo haya conseguido aún, es tan enemigo como
alguien que ya nos haya hecho ese mismo daño.
Información adicional en:
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