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Astronomía
Colosales Tormentas en Júpiter Arrojan Nuevas
Claves Sobre Su Atmósfera
15
de Febrero de 2008.
Un
virulento cambio en la atmósfera de Júpiter sorprendió a la comunidad
científica en marzo de 2007. Una gigantesca turbulencia desencadenó dos
brillantes tormentas que llegaron a extenderse más de dos mil kilómetros
por su hemisferio norte, donde actúa la columna de aire más intensa del
planeta. Ahora, una investigación sobre estas inusuales tormentas
realizada por un equipo internacional de científicos, entre los que se
encuentran astrónomos del Telescopio Nazionale Galileo (TNG), ubicado en
la isla de La Palma, sugiere que la energía interna de Júpiter es una de
las principales responsables de su formación.
Menéame
La revista Nature dedicó su portada a este estudio, según el cual las
tormentas inyectaron una mezcla de hielo de amoníaco y de agua a más de
30 kilómetros por encima de las nubes visibles. Las perturbaciones
atmosféricas alcanzaron los 600 kilómetros por hora, la velocidad máxima
de los vientos que conforman la corriente en chorro o ‘jet’ de Júpiter.
Tras ellas, apareció una estela de turbulentas nubes rojizas que
circundaron el planeta gigante como un nuevo cinturón.
“Las imágenes infrarrojas muestran el intenso brillo de las tormentas al
esparcirse a contracorriente del ‘jet’”, explica Noemí Pinilla-Alonso,
operadora del TNG. Según la astrónoma, los datos obtenidos desde La
Palma ayudaron a determinar la altura y extensión de este raro fenómeno
meteorológico.
“Por fortuna, capturamos el inicio de la tormenta con el Hubble y vimos
cómo crecía rápidamente desde unos 400 kilómetros hasta más de 2.000 en
menos de 24 horas”, explica Agustín Sánchez-Lavega, coordinador de la
investigación y profesor de la Universidad del País Vasco.
A pesar de la enorme cantidad de energía depositada y de los remolinos
generados por las tormentas durante 45 días, la corriente en chorro
permaneció prácticamente inmutable. Los modelos de ordenador que
simularon la evolución del fenómeno sugieren que dicha corriente se
extiende por la atmósfera profunda de Júpiter, es decir, a más de 100
kilómetros por debajo de las nubes visibles y adonde no llega la
radiación del Sol. Según Sánchez-Lavega, “todo apunta a que la fuente de
energía interna de Júpiter juega un papel importante en la generación de
‘jets’”.
Al comparar este fenómeno con dos casos anteriores, acaecidos en 1975 y
1990, surgen “sorprendentes similitudes y coincidencias aún sin
explicar”, indica Sánchez-Lavega. Las tres erupciones han tenido lugar
con una frecuencia de unos 15 a 17 años, un período que no tiene
relación alguna con los ciclos naturales de Júpiter. Además, surgieron
justo en el pico del ’jet’, donde la velocidad es máxima, y las
tormentas siempre han sido dos, ni una más ni una menos. “Si en el
futuro somos capaces de resolver este rompecabezas, probablemente
llegaremos a comprender los misterios que se encierran bajo las nubes de
Júpiter”, vaticina el astrofísico.
El gigante gaseoso Júpiter, que tiene diez veces el tamaño de la Tierra
y cuyo día dura apenas diez horas, posee una atmósfera en un estado
permanente de agitación. Un sistema alternante de corrientes en chorro o
‘jets’ distribuye sus nubes en franjas paralelas al ecuador, un fenómeno
de naturaleza aún desconocida. En este sentido, Júpiter representa un
laboratorio natural donde los científicos pueden estudiar la naturaleza
de las tormentas y así comprender mejor el clima de la Tierra, un
planeta donde también abundan los fenómenos meteorológicos violentos.
El equipo de investigadores llevó a cabo un amplio seguimiento de las
tormentas, tanto en tierra como desde el espacio. Por un lado, utilizó
el Telescopio Espacial Hubble y, por otro, el telescopio IRTF de la NASA
en Hawaii y el TNG en la isla canaria de La Palma, además del apoyo de
toda una batería de telescopios más pequeños ubicados en el hemisferio
sur de la Tierra. En la investigación participaron también científicos
del Jet Propulsion Laboratory (Estados Unidos) y de las Universidades de
Oxford y Berkeley, entre otras. El equipo de astrónomos del TNG estuvo
integrado por Noemí Pinilla Alonso, Vania Lorenzi y Antonio Magazzù.
(IAC)
Información adicional en:
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