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El Helado Futuro del Universo
14 de Diciembre de 2001.
Nuevos datos ayudan a los astrónomos a imaginar cómo será el final del Universo, y cómo lo contemplaríamos si aún estuviésemos ahí para verlo. Un frío destino que parece señalar un triste fin para las observaciones astronómicas.
Hasta ahora, los astrónomos han emitido teorías diversas sobre esta cuestión, en función de la limitada información disponible sobre la cantidad de masa que existe en el Universo y que marcará su continuada expansión o su retorno a un punto inicial (Big Crunch).
Los cálculos de Abraham Loeb, un astrofísico teórico del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, son sin embargo más claros y, a la vez, extraños. El Universo parece no tener bastante masa como para que su atracción gravitatoria frene su actual expansión, por lo que continuará haciéndolo indefinidamente. A medida que ello ocurra, dice Loeb, cada vez habrá menos galaxias visibles. Peor aún, mientras las contemplemos, su apariencia se congelará en el tiempo. No importará cuánto las miremos; como fotogramas del celuloide de una película, dejarán de cambiar y de envejecer bajo nuestro punto de vista. Sólo se harán más y más débiles visualmente, alejándose cada vez más de nosotros.
Estos resultados son una consecuencia directa de la teoría general de la Relatividad de Einstein, combinada con el conocimiento actual de los parámetros del Universo. Estudios de distantes estrellas que han explotado nos han mostrado que la expansión del Universo, en vez de hacerse cada vez más lenta por la influencia gravitatoria, está en realidad aumentando su velocidad bajo la influencia de una energía del vacío denominada "constante cosmológica". Las galaxias más lejanas, pues, llegarán a moverse demasiado deprisa como para que las podamos ver (recordemos que la velocidad de la luz es finita, unos 300.000 km/s).
Durante los próximos 100.000 millones de años, esta fuerza aceleradora reducirá nuestro horizonte cósmico, y con él el número de galaxias que seremos capaces de ver, dejando a nuestro alcance sólo los miles de miembros del cúmulo local de Virgo y sus zonas adyacentes. La luz que emitan después del cruce del horizonte nunca podrá alcanzarnos.
El proceso es análogo a lo que vemos cuando una fuente de luz cae en un agujero negro. Cuando haya cruzado el horizonte de sucesos del agujero, su luz ya no podrá escapar porque su velocidad será insuficiente para vencer la fuerza gravitatoria.
Las imágenes de las galaxias que alcanzarán el horizonte cósmico, simplemente, ofrecerán un aspecto congelado en el tiempo, sin posibilidad de que la luz que mostraría sus cambios, llegue hasta nosotros. Las galaxias se harán cada vez más débiles hasta hacerse invisibles.
Nuestra labor de observación del Universo tiene pues fecha de caducidad, aunque ésta sea aún muy indeterminada. Estamos empezando a conocer cómo surgieron y evolucionaron las galaxias, pero sus futuras etapas, a partir de un fatídico momento, quedarán para siempre ocultas a nuestros ojos, a excepción de lo que ocurra en nuestra propia Vía Láctea.
La luz del cuásar más distante conocido muestra su imagen cuando el Universo tenía una edad de unos 1.000 millones de años. Los cálculos de Loeb indican que si seguimos observándolo durante los próximos miles de millones de años, veremos su imagen congelarse a la edad de 6.000 millones de años.
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