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Pigmentos del Pasado
14 de Mayo de 2002.
En 1998, unos ladrones robaron en una antiquísima necrópolis de Can, Turquía. Durante la huída, se vieron obligados a soltar un pesado sarcófago, que quedó abandonado en un bosque. Recuperado posteriormente por la policía y entregado a los arqueólogos para su estudio, ha resultado ser una de las piezas más interesantes de la Grecia Clásica que se han descubierto hasta la fecha.
Un equipo internacional de científicos se ha encargado de restaurar y conservar el sarcófago, hecho de mármol pero roto en pedazos. Su interés reside en algo poco habitual en las piezas griegas: los colores que lo adornan.
Cuando pensamos en el arte griego, inmediatamente nos vienen a la memoria las bellas esculturas y columnas de mármol blanco, como las que podemos ver en el Partenón. En realidad, su color original no fue éste. La pintura que las recubría no resistió los embates del tiempo y desapareció.
Por eso el sarcófago hallado es especialmente importante, explica C. Brian Rose, uno de los arqueólogos que han participado, de la University of Cincinnati, ya que aún conserva los pigmentos con los que fue pintado. De hecho, algunas de las piezas del Partenón tienen sólo 50 años más que el sarcófago de Can, con lo que la información que nos proporciona es muy útil para aprender algo más sobre las técnicas utilizadas en esta época.
Muchos de los sarcófagos hallados anteriormente fueron limpiados en exceso, lo que hizo desparecer casi por completo la pintura que los recubría. En cambio, el de Can, perteneciente a los años 400 a 375 a.C., conserva incluso más pintura que el famoso "sarcófago de Alejandro", guardado en el Museo Arqueológico de Estambul.
En el frontal del "nuevo" sarcófago podemos encontrar una escena de un hombre, probablemente su ocupante fallecido, en una cacería. Cuando el resto fue encontrado, estaba recubierto de tierra. Retirarla directamente hubiera eliminado la pintura, ya que ésta tiende a pegarse a la tierra y no a la superficie sobre la que fue depositada. Afortunadamente, los responsables del museo Canakkale tuvieron el buen juicio de esperar la llegada de los expertos en restauración y conservación, quienes hicieron un magnífico trabajo.
Aunque el pigmento del sarcófago pudo ser preservado, los ladrones causaron un considerable daño debido a la excavadora que emplearon para introducirse en la tumba. A consecuencia de su acción, su lado izquierdo quedó destruido y se produjeron muescas en toda la superficie que no han podido ser reparadas.
Los restos del fallecido que se encontraba dentro del sarcófago también han sido analizados, en este caso por expertos de la universidad alemana de Tuebingen. Se ha podido constatar que el muerto era un varón joven de algo más de 20 años, quizá un guerrero o un cazador. Muestra múltiples fracturas curadas en sus extremidades, y otras heridas que indican que quizá se cayó de su caballo durante una batalla. El hombre vivió varios años después del accidente, y continuó activo, aunque su pierna izquierda quedó algo más corta y sufrió de artritis, algo que le debió ocasionar un considerable dolor. La causa de su muerte no es conocida.
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