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Nada Especial en la Actividad Sísmica Antártica
10 de Junio de 2002.
Por muy misteriosa que pueda ser, la Antártida no es diferente a cualquiera de los otros continentes en cuanto a frecuencia de terremotos se refiere, explican geocientíficos de la Penn State University. Hasta hace poco, aún se creía lo contrario.
La Antártida es un continente de considerables dimensiones, su tamaño es aproximadamente el de los Estados Unidos y México, juntos. Sólo unas pocas estaciones sismológicas han podido trabajar en ella en el pasado, de modo que teníamos escasos datos sobre la actividad de su subsuelo. Consecuentemente, el número de terremotos detectados ha sido muy pequeño, explica el doctor Sridhar Anandakrishnan, profesor de geociencia.
Algunos científicos pensaron que la razón era simple: la Antártida era diferente. No tenía terremotos porque, de alguna forma, la capa de hielo que descansa sobre el continente, sobre la roca, los suprimía. Incluso las bajas temperaturas podrían intervenir.
Sin embargo, la visión ha cambiado. Anandakrishnan y Paul Winberry han analizado la actividad sísmica registrada por seis estaciones y han llegado a la conclusión de que, al menos en este sentido, la Antártida no es diferente a otras zonas de la Tierra.
De hecho, la Antártida es un área que se está desmembrando, y en este tipo de regiones son frecuentes los terremotos. Bastó con colocar los puestos de escucha en los lugares apropiados y, de inmediato, el número de eventos detectados se incrementó.
Los grandes terremotos pueden registrarse desde cualquier punto del globo, pero los más pequeños sólo lo son de forma local. Esta es la razón por la que deben instalarse instrumentos en puntos estratégicos. Pero no es fácil colocar estaciones automáticas en la Antártida. El equipo debe ser capaz de soportar y operar en un clima extremo. Durante tres meses, el Sol ilumina las 24 horas y entonces los sistemas funcionan mediante energía solar. Durante el invierno polar, cuando el viento sopla, son generadores eólicos los que cargan las baterías para alimentar y para calentar las estaciones. Una de ellas operó durante todo el año y el resto lo hicieron todo el verano y entre el 60 y el 80 por ciento del resto del año.
Otro problema es la recogida de la información. Los satélites giran en órbitas poco adecuadas, de manera que los científicos deben visitar las estaciones una vez al año para recolectar los datos.
Información adicional en:
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