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Psicología
Los Efectos Cognitivos del Racismo Sutil en Quien
los Sufre Directa o Indirectamente
9
de
Noviembre de 2007.
En
tanto que hoy en día algunas expresiones del racismo ya no se observan
como antaño, no es necesario buscar mucho para percatarse de que
persisten formas más sutiles de racismo, desde el ámbito escolar hasta
el mundo laboral, y por doquier. ¿Cómo experimentan las víctimas estos
mensajes racistas más ambiguos? ¿Son éstos menos hirientes que la
hostilidad franca y abierta? ¿Y cuáles son las rutas mentales y
emocionales a través de las que estas nuevas formas de discriminación
causan daño a la persona?
Menéame
Los psicólogos tienen algunas teorías acerca de cómo la percepción del
racismo actúa en el cerebro y lo que tal percepción implica hoy,
comparada con la de antaño. Todos los seres humanos nos comportamos
guiados por unas pocas necesidades básicas, entre ellas la de comprender
el mundo que nos rodea. Cuando otras personas nos hacen algo,
necesitamos saber el por qué, y si estamos inseguros, invertiremos la
cantidad necesaria de esfuerzo cognitivo que tengamos a nuestra
disposición para diagnosticar la situación.
El problema es que tenemos recursos cognitivos limitados, de manera que
cuando estamos resolviendo un problema, tenemos dificultad en
concentrarnos en otro al mismo tiempo. Algunos psicólogos razonan,
basándose en esto, que en algunos aspectos el racismo sutil puede ser
más (y no menos) perjudicial que la antipatía clara y directa, al
robarnos más energía mental. El racismo a la antigua (un cartel de "No
se permiten Negros", por ejemplo) es doloroso y está cargado de odio,
pero no es vago o confuso. Identificarlo no requiere mucho trabajo
cognitivo. Pero si una persona es el candidato más calificado para un
puesto de trabajo, y lo sabe, y aún así no obtiene el empleo por alguna
razón no declarada, esta situación acarrea un uso mucho mayor de
procesamiento mental.
Las psicólogas Jessica Salvatore y Nicole Shelton, de la Universidad de
Princeton, decidieron explorar esta idea en el laboratorio. Llevaron a
cabo un experimento en el que unos voluntarios fueron testigos desde
dentro de las decisiones de una empresa sobre contratación de personal.
Vieron el currículum de cada candidato que optaba al puesto de trabajo,
y los comentarios y recomendaciones de los entrevistadores. No se
trataba de una empresa real, y no había en ella personas reales
involucradas, pero para los voluntarios, ignorantes de la farsa, todo
aquel montaje era realidad.
En el experimento no se dejaba lugar a dudas acerca de qué candidato era
el más cualificado, y algunas veces el candidato era elegido, y otras
veces no. En ciertas ocasiones, la compañía ignoraba al mejor candidato
por descaradas razones racistas. Otras veces esto ocurría sin ninguna
razón aparente. Las psicólogas realizaron el experimento muchas veces,
en todas las combinaciones posibles, de manera que tanto los voluntarios
blancos como los de color vieron a los candidatos negros siendo
revisados por los evaluadores blancos y por los evaluadores negros, y de
igual manera con los candidatos blancos.
Después de presenciar estas decisiones limpias o sucias, los voluntarios
del estudio se sometieron a un test. Durante esta prueba, nombres de
colores eran reflejados en una pantalla por un instante, pero con los
colores "erróneos" (la palabra "rojo" en letras verdes, por ejemplo) y
lo que se les pedía a los voluntarios era identificar rápidamente el
color de las letras. Ésta es una prueba corriente para medir la
capacidad para el esfuerzo mental, y la idea en el estudio fue ver si
experimentar el racismo sutil interfería con esa capacidad mental.
Sí lo hizo, al menos para los voluntarios negros, y más que el racismo
declarado abiertamente.
Los voluntarios de color que habían sido testigos de decisiones injustas
de contratación motivadas por causas ambiguas obtuvieron resultados
menos eficientes en ese test sobre los colores de las letras, lo que
sugiere que estaban utilizando una gran parte de sus recursos mentales a
encontrarle un sentido a la injusticia presenciada.
En cambio, y éste es un resultado también revelador, los voluntarios
blancos estaban más distraídos en el test después de presenciar
situaciones de racismo claro y descarado que una discriminación más
disimulada.
Salvatore y Shelton suponen que esta diferencia de reacciones se debe a
que los blancos raramente experimentan racismo dirigido contra ellos,
por lo que quedan mucho más desconcertados cuando presencian una
situación así, y por esa misma razón no se percatan de la versión
disimulada de ese racismo.
En cambio, para muchas personas de color, el racismo abierto contra
ellas no es, por desgracia, una situación inesperada, y ya han
desarrollado estrategias psicológicas para lidiar con él. Es el racismo
sutil, disimulado, insidioso, amparado en excusas y sin signos evidentes
de su naturaleza, lo que puede sumergirles en dudas y cavilaciones
capaces de robarles una parte importante de su capacidad de
concentración.
Información adicional en:
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