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Astrofísica.
La Corona de una Estrella Cercana

9 de Agosto de 2001.

Foto: ESO/Digitized Sky SurveyLa corona solar puede contemplarse durante un eclipse como una hermosa prolongación de la atmósfera de nuestra estrella, y consiste en un plasma tenue muy caliente, de más de 1 millón de grados de temperatura, compuesto por elementos altamente ionizados que emiten una fuerte radiación X y en otras longitudes de onda, incluyendo las ópticas. Además del Sol, otras estrellas poseen coronas, pero su lejanía impedía hasta ahora la visualización óptica del fenómeno.

Para lograrlo, se ha utilizado el UV-Visual Echelle Spectrograph (UVES), un espectrógrafo ultravioleta aplicado al telescopio KUEYEN de 8,2 metros instalado en el observatorio de Paranal del ESO. Los astrónomos creen que la observación de coronas estelares desde telescopios terrestres permitirá estudiar los ciclos de actividad de otras estrellas diferentes del Sol, y compararlos con el de nuestra estrella, que tiene una duración de 11 años.

Los rayos-X producidos por la corona de muchas estrellas son rutinariamente medidos y estudiados por observatorios espaciales (este tipo de radiación no penetra la atmósfera terrestre). Sin embargo, las emisiones ópticas son mucho más difíciles de localizar, sobre todo desde la superficie del planeta, por la misma razón que la corona solar sólo se hace patente durante un eclipse, cuando algo (en este caso la Luna) tapa la totalidad del disco solar. El descubrimiento de las emisiones de la corona solar se produjo en 1869, precisamente durante un eclipse, cuando la brillante luz de nuestra estrella quedó bloqueada por la Luna.

Los astrónomos actuales no necesitan esperar a un eclipse para ver la corona solar, ya que pueden utilizar instrumentos llamados coronógrafos que enmascaran artificialmente el disco de la estrella. Esta técnica, no obstante, no puede ser aplicada en la observación de otras coronas estelares ya que el diámetro aparente (el tamaño angular) de las estrellas vistas por el telescopio es demasiado pequeño. La única forma de conseguir algo radica en intentar detectar directamente la débil emisión de la corona contra el fondo del disco estelar, una de las razones por las que se necesita un gran telescopio.

Para aumentar las posibilidades de éxito, se eligieron estrellas ópticamente débiles, estrellas enanas rojas que tienen la misma emisión que el Sol (o superior, con lo que deben poseer coronas) pero con un brillo óptico miles de veces menor. La primera candidata fue CN Leonis (ver imagen), de magnitud visual 14, una enana roja situada a unos 8 años luz de la Tierra, en la constelación de Leo. Además de ser variable, es una fuente intensa de rayos-X, observados con anterioridad por el satélite ROSAT.

Utilizando el instrumento UVES, los astrónomos obtuvieron un espectro de CN Leonis el 6 de enero de este año. En él, en la región ultravioleta del espectro, en la longitud de onda de los 3388,1 Angstrom, encontraron una línea de emisión que corresponde a la corona de la estrella. Se trata de una línea de emisión del hierro ionizado doce veces (Fe XIII), la primera observación óptica de una corona estelar.

El comportamiento de la corona solar varía conforme a su ciclo de actividad, de modo que estudiando coronas de otras estrellas podremos seguir sus ciclos y comprobar si son comunes al del Sol o no.

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