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Ciencia Atmosférica
Influencia de los Asteroides Sobre el Clima de la Tierra
7 de Octubre de 2005.

Foto: Sandia LabsEl polvo proveniente de asteroides que entra en la atmósfera podría influenciar la meteorología terrestre más de lo que se creía previamente.

Científicos de la División Antártica Australiana, la Universidad de Ontario Occidental, Aerospace Corporation, y los Laboratorios Nacionales de Sandia y Los Alamos, han encontrado evidencias de que el polvo de un objeto asteroidal quemándose mientras descendía a la Tierra a través de la atmósfera, formó una nube de partículas del tamaño de micrones, lo bastante significativa como para influir en el tiempo local de la Antártida.

Partículas de ese tamaño son lo bastante grandes para reflejar la luz del Sol, causar enfriamiento local, y tener un papel importante en la formación de nubes.

Los científicos no habían prestado anteriormente mucha atención al polvo de asteroides o meteoritos, asumiendo que esa materia se desintegraba en partículas nanométricas sin efecto alguno sobre el entorno planetario. La atención se ha dirigido siempre hacia el daño que puede causar un objeto masivo que impacte contra la Tierra.

El caso es que cuando un cuerpo asteroidal entra en la atmósfera de la Tierra, sufre una importante reducción de tamaño, al ser "limado" ferozmente por el roce atmosférico y el terrible calor que éste genera. La masa convertida en polvo puede llegar a un 90 ó un 99 por ciento de la del cuerpo original. ¿Hacia dónde va este polvo?

El descenso bien observado de una roca asteroidal y su nube de polvo resultante, así como el largo estudio que se ha realizado tras el suceso, han dado una respuesta inesperada.

El 3 de septiembre de 2004, varios sensores infrarrojos ubicados en el espacio descubrieron un cuerpo asteroidal de poco menos de 10 metros de diámetro, a una altitud de 75 kilómetros, descendiendo cerca de la costa antártica. Sensores de luz visible también detectaron al intruso cuando se puso incandescente en forma de bola de fuego, a unos 56 kilómetros de la superficie de la Tierra. Cinco estaciones de infrasonido registraron ondas acústicas provenientes del asteroide. Un satélite de la NASA captó entonces la nube de restos formados por la roca cósmica que se desintegraba.

Unas 7 horas y media después de la observación inicial, se descubrió una nube de material anómalo en la estratosfera superior, encima de la Estación Davis en la Antártida.

La nube era demasiado alta para ser de agua ordinaria (32 kilómetros en lugar de 20) y demasiado cálida para constar de contaminantes antropogénicos conocidos (55 grados más caliente que el punto de congelación más alto esperado para nubes de constituyentes sólidos de origen humano). Podría haber sido polvo del lanzamiento de un cohete con combustible sólido, pero el descenso de la roca asteroidal y el progreso de su nube resultante habían sido observados demasiado bien para dejar lugar a la duda, y el "linaje" de la nube era claro. Las simulaciones informáticas también apoyaban este origen.

La roca depositó 1.000 toneladas métricas en la estratosfera en unos cuantos segundos, una perturbación considerable. Cada año, de 50 a 60 rocas asteroidales con diámetro cercano al metro impactan con la atmósfera de la Tierra.

Los modeladores del clima pueden tener que extrapolar, a partir de este evento, sus implicaciones a mayor escala. El polvo de asteroides podría ser modelado como el equivalente de erupciones volcánicas de polvo, con deposición en la atmósfera desde arriba en vez de desde abajo.

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