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Geofísica
Desentrañando los Misterios de un
Estallido de Rayos Gamma
7 de
Abril de 2006.
El
27 de diciembre de 2004, los científicos detectaron el fogonazo de rayos
gamma más grande jamás registrado. Provenía de un magnetar (una estrella
de neutrones con un descomunal campo magnético) situado a 50.000 años
luz de nosotros. Sus poderosos rayos penetraron profundamente dentro de
la ionosfera, la capa eléctricamente conductora que envuelve a la
Tierra. Ahora se presentan los resultados de un detallado análisis sobre
diversos aspectos de ese evento.
Las enormes y súbitas irradiaciones de rayos gamma, como ésta tan
colosal del magnetar SGR 1806-20, afectan a nuestra ionosfera baja de
una forma masiva. Para los astrofísicos, la colosal llamarada es una
ventana a los singulares procesos que operan en una estrella de
neutrones. Observaron la irradiación de rayos gamma usando dos
observatorios orbitales y se valdrán de los nuevos conocimientos
aportados por este evento para afinar sus teorías sobre esos distantes
objetos.
En cambio, Umran Inan, profesor de ingeniería eléctrica en la
Universidad de Stanford, emplea equipamiento emplazado en tierra para
medir ondas de radio de muy baja frecuencia (VLF) que delatan los
efectos ionosféricos producidos por las descargas de rayos y otros
fenómenos. Él y su grupo de investigadores de VLF en el laboratorio STRL
(Space, Telecommunications and Radioscience Laboratory) de la citada
universidad, monitorizan continuamente la ionosfera para detectar
perturbaciones. No esperaban ver el efecto masivo que el estallido gamma
tuvo en nuestro mundo, iluminando la mitad de la ionosfera global, pero
gracias a su vigilancia constante, pudieron captar el imprevisto
fenómeno.
Vista desde la Tierra, la estrella responsable de la ráfaga de 2004 se
encontraba a menos de 5 grados del Sol. Por lo tanto, sus rayos gamma
incidieron sobre la cara diurna de nuestro planeta. Lo más notable de
este fogonazo es que aún inmerso en el período diurno, con el Sol
iluminando la ionosfera, su efecto resultó enorme. Fue, y por mucho, más
intenso que nuestra estrella en términos de producción de ionización.
Más poderosa y brillante que las irradiaciones nocturnas, la diurna
inyectó 1.000 veces más energía dentro de la atmósfera. Por suerte, no
hay nada similar a este magnetar en nuestro vecindario cósmico. Si lo
hubiera, habríamos sido inundados por rayos gamma.
El estallido gamma de 2004 fue más brillante y energético que el Sol,
pero duró sólo un breve período. Ionizó la atmósfera alta llegando hasta
una profundidad de 20 kilómetros (justo por encima de donde vuelan los
aviones). La fotoionización solar no es efectiva a tan baja altura
porque la atmósfera es demasiado densa. Sus efectos más intensos en la
ionización de la atmósfera (el "pico") duraron unos pocos segundos. El
segundo efecto más intenso (la "estela oscilante"), duró cinco minutos.
Y el efecto de menor intensidad (el "brillo remanente") duró una hora.
La inesperada irradiación cambió la densidad de iones, a una altitud de
60 kilómetros, de 0,1 a 10.000 electrones libres por cada pie cúbico, un
incremento de seis órdenes de magnitud.
Información adicional en:
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