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Nubes Más Brillantes
6 de Marzo de 2002.
Los aerosoles presentes en la atmósfera aumentan la reflectividad de las nubes, lo cual reduce la cantidad de radiación solar que alcanza el suelo. Este enfriamiento podría compensar, en parte, el efecto invernadero causado por los gases que impiden que el calor que procede de la superficie regrese al espacio.
Los aerosoles son partículas microscópicas que se generan en procesos industriales, aunque también pueden proceder de fuentes naturales, como erupciones volcánicas. Su influencia sobre las nubes, sin embargo, así como su efecto de enfriamiento, eran hasta ahora sólo teóricos, derivados de un modelo matemático que aún debía corroborarse mediante observaciones en el mundo real. Esto es precisamente lo que han hecho científicos del Brookhaven National Laboratory y de la Purdue University, quienes han combinado mediciones del brillo de las nubes obtenidas mediante satélites, con su contenido de agua y otras variables que pueden afectar a los cálculos finales.
El resultado, según los investigadores, indica que no podemos decir que los aerosoles pueden equilibrar por sí solos el efecto invernadero. No obstante, su capacidad de enfriamiento es lo bastante notable como para tenerla en cuenta en nuestras predicciones del calentamiento global.
Uno de los problemas para medir el efecto de los aerosoles es conocer con precisión su grado de concentración. Algunos de ellos, como los compuestos del azufre, resultan de las emisiones procedentes de la quema de combustibles fósiles. Estos aerosoles suelen situarse entre los tres y cuatro kilómetros de altitud, para acabar precipitando en un plazo aproximado de una semana. Debido a este corto período de residencia, su concentración es muy variable, lo que dificulta las mediciones a escala global.
Los científicos han utilizado material antiguo de observación meteorológica y han localizado dos episodios interesantes de una semana de duración, durante abril de 1987, sobre el Atlántico Norte, una zona alejada de cualquier punto de emisión local de aerosoles. La concentración de sulfatos varió mucho en esos momentos y el hecho de que no hubiera nubes de gran altitud que oscurecieran los episodios, proporcionó una guía para estudiar el efecto de los aerosoles en el brillo de las nubes.
El próximo paso fue conseguir datos de brillo para dicha área a lo largo del mismo periodo. El resultado confirmó las expectativas. La reflectividad de las nubes era mayor cuando la concentración de los aerosoles era también mayor, y menor cuando esta última había descendido.
Previendo la futura peligrosidad del calentamiento global, algunos científicos se preguntan si sería efectivo utilizar aerosoles de forma calculada para equilibrar este fenómeno. La respuesta es que es algo difícil de llevar a la práctica, debido al escaso tiempo de permanencia de éstos en la atmósfera, en comparación con los gases invernadero, que se acumulan constantemente en la atmósfera. Ello implicaría un aumento también constante de la cantidad de aerosoles a bombear, impidiendo resolver el problema a largo plazo.
Tampoco conocemos bien si los efectos de los aerosoles dependen de una distribución geográfica concreta. Un desequilibrio en este sentido podría tener consecuencias desconocidas.
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