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Ecología
Hierro Descontaminante
5 de Septiembre de 2003.
Los
científicos estudian el uso de un polvo ultrafino hecho de hierro, uno
de los metales más abundantes de la Tierra, como herramienta efectiva
para tratar suelos y aguas subterráneas contaminadas. Las partículas
pueden fluir en el subsuelo y destruir los compuestos tóxicos allí donde
se encuentren.
El problema es mucho más grave de lo que podría parecer, pues tiene un
impacto de billones de dólares. Sólo en los Estados Unidos se pueden
encontrar más de 150.000 fugas en tanques de almacenamiento
subterráneos, y multitud de minas abandonadas, vertederos y zonas
industriales. Todos estos lugares han visto contaminado su suelo,
haciendo de su limpieza una auténtica prioridad nacional.
Para ayudar a conseguirlo, el ingeniero Wei-xian Zhang, de la Lehigh
University, ha trabajado durante ocho años estudiando las propiedades
del hierro como sustancia anticontaminante. Su poder de limpieza reside
en el simple hecho de que el hierro se oxida. Normalmente ello implica
la formación de una pátina de óxido de hierro rojiza, pero cuando el
hierro metálico se oxida en presencia de contaminantes como los PCBs,
las dioxinas, etc., estas moléculas orgánicas quedan atrapadas en las
reacciones y se descomponen en compuestos del carbono más simples y
mucho menos tóxicos.
Lo mismo ocurre con metales pesados peligrosos, como el plomo, el
mercurio e incluso el uranio. El hierro en oxidación reducirá tales
metales convirtiéndolos en una forma insoluble que tiende a quedarse
encerrada en el suelo, en vez de a extenderse a través de la cadena
alimentaria.
El hierro no tiene efectos tóxicos por sí mismo. Es casi omnipresente:
se halla en rocas, suelo y agua. Hay algunas industrias que ya lo
utilizan para purificar sus desechos antes de liberarlos al entorno.
Pero para eliminar los contaminantes que ya se encuentran en el suelo o
en el agua, es necesario utilizar el hierro en forma de partículas muy
pequeñas (a escala nanométrica). Con estas dimensiones, son entre 10 y
1.000 veces más reactivas que el polvo de hierro convencional, porque su
diminuto tamaño les proporciona colectivamente una mayor área de
superficie, y además pueden ser inyectadas directamente en el lugar
apropiado. Una vez allí, fluirán dentro del agua subterránea, trabajando
in-situ, una opción mucho más barata que excavar el suelo y tratarlo
paletada a paletada.
En este sentido, este tipo de partículas de hierro funciona como los
tratamientos biológicos que usan bacterias especializadas para
metabolizar toxinas. Pero a diferencia de las bacterias, no se ven
afectadas por la acidez del suelo, la temperatura o los niveles de
nutrientes. Además, gracias a su pequeño tamaño (de 1 a 100 nanómetros
de diámetro), entre 10 y 1.000 veces inferior al de la mayoría de
bacterias, los cristales de hierro pueden deslizarse entre las
partículas del suelo y evitar resultar atrapados.
Los experimentos de laboratorio realizados hasta ahora demuestran su
efectividad disminuyendo los niveles de contaminación apenas
transcurridos uno o dos días desde la inyección de las partículas. En
algunas semanas más, los contaminantes habrán sido eliminados hasta
alcanzar un grado aceptable por la legislación vigente. Su efectividad
continuará durante 6 u 8 semanas, o hasta que las partículas se
disuelvan por completo en las aguas subterráneas.
En la actualidad el coste de fabricación de las partículas ultrafinas de
hierro sería de unos 40 ó 50 dólares por kilogramo, mucho menos que los
500 dólares de 1995. Para descontaminar un área de 100 metros cuadrados
basta una inyección de 11,2 kg.
Información adicional en:
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