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Donde Hay Humo, Hay Más Fuego del Que Creíamos
4 de Marzo de 2003.
En las selvas tropicales es casi imposible detectar la presencia de un fuego por el humo que produce. Este creciente problema provoca que cada vez haya más incendios sin control, amenazando vastas regiones de territorios ecológicamente vitales.
La deforestación intencionada ha recibido mucha atención últimamente, pero en un informe publicado en la revista Nature, Mark Cochrane, un investigador de la Michigan State University, señala que bajo el humo espeso de los fuegos hechos a propósito se hallan muchos otros no intencionados que están devorando millones de metros cuadrados y que permanecen desconocidos y por tanto sin extinguir.
Cochrane cree que los incendios forestales en la selva son mucho más frecuentes de lo que tales ecosistemas pueden llegar a resistir. Con el paso del tiempo, los afectarán decisivamente, transformándolos en algo irreconocible.
Para detectar estos fuegos que parecen "volar bajo el radar", Cochrane ha utilizado imágenes tomadas por satélites de teledetección, y también ha explorado las selvas tropicales y las áreas que circundan a los establecimientos humanos en Latinoamérica. El científico opina que hay que entender mejor cómo se comporta el fuego en las selvas y cómo pueden ser detectados y contenidos.
De hecho, los fuegos en las selvas tropicales se comportan de distinta manera a como lo hacen los fuegos en los bosques templados, como los de Norteamérica. En los primeros, el fuego no se desencadena, avanzando rápidamente, sino que a menudo se mueve lentamente y en la zona baja, donde la espesura tropical crece. Pero aunque no son incendios dramáticos, sí son feroces: la corteza de la mayoría de árboles tropicales es delgada, de manera que un pequeño fuego deslizándose a través de la selva puede herir mortalmente al 40 por ciento de los árboles.
Parece una muerte lenta. Primero caen los árboles pequeños, pero luego vendrán los mayores y más viejos. La selva perderá espesura y se hará más débil, convirtiéndose en más susceptible a futuros incendios.
Lo más frustrante es que los pequeños fuegos son fácilmente controlables, pero los siguientes se vuelven mucho más difíciles de extinguir. A partir de aquí, los problemas empeoran: el fuego pone en peligro las poblaciones humanas, especies vegetales raras son erradicadas, la biodiversidad de la selva se reduce, las emisiones de carbono aumentan de forma exponencial...
Cochrane cree que tres fuegos en las selvas de México, Brasil e Indonesia podrían haber liberado el 41 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono en 1998.
Una vez que se ha reconocido que el problema existe, deben aplicarse los recursos y la investigación necesarios para evitar que empeore. Aún no está claro cuánto tiempo se necesita para que una selva quemada se recupere. Algunas de ellas, por desgracia, no lo harán ya jamás.
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