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Biología
La Capacidad Humana de la Ecolocalización Es Mayor
de lo Creído
3 de Agosto de 2009.
Un
equipo de investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH),
España, ha demostrado científicamente que los seres humanos podemos
desarrollar la ecolocalización, el sistema de señales acústicas empleado
por los delfines y los murciélagos para explorar su entorno. Producir
ciertos chasquidos con la lengua puede ayudarnos a identificar los
objetos a nuestro alrededor sin necesidad de verlos, algo que sería de
gran utilidad para las personas invidentes.
“En determinadas circunstancias, los humanos podríamos rivalizar con los
murciélagos por nuestra capacidad de biosonar o de ecolocalización”,
declara Juan Antonio Martínez, autor principal del estudio e
investigador de la Escuela Politécnica Superior de la UAH. El equipo
dirigido por este científico ha llevado a cabo una serie de pruebas, las
primeras de su tipo en el mundo, para poner en práctica las habilidades
infrautilizadas de ecolocalización que poseemos los seres humanos.
El equipo ha analizado las propiedades físicas de varios sonidos, y
propone los más eficaces de ellos para su uso en la ecolocalización.
Según Martínez, el sonido casi ideal es el chasquido con el paladar y la
lengua, producido al colocar la punta de la lengua en el paladar, justo
detrás de los dientes, y moverla rápidamente hacia atrás.
Los investigadores afirman que estos chasquidos palatales son similares
a los sonidos producidos por los delfines, aunque a una escala
diferente, pues estos animales tienen órganos especialmente adaptados y
pueden producir 200 chasquidos por segundo, mientras que nosotros sólo
podemos producir 3 ó 4. La ecolocalización permite medir la distancia a
la que se encuentra un objeto tomando como base el tiempo transcurrido
entre la emisión de la onda sonora y el eco que se recibe de dicha onda
al reflejarse en el objeto.
Para aprender a emitir, recibir e interpretar sonidos, los científicos
están desarrollando un método que utiliza una serie de protocolos. Este
primer paso sirve para que un individuo sepa cómo producir e identificar
sus propios sonidos (son diferentes para cada persona) y,
posteriormente, aprenda a utilizar dichos sonidos para distinguir los
objetos según sus propiedades geométricas, como se hace con los sonares
de barcos y submarinos.
Algunas personas invidentes han alcanzando de manera autodidacta, por el
método de prueba y error, una espectacular habilidad de ecolocalización.
Los casos más conocidos son los de los estadounidenses Daniel Kish y Ben
Underwood, este último considerado el mejor ecolocalizador del mundo
hasta su muerte a principios de 2009.
Sin embargo, no se requieren habilidades físicas especiales para
desarrollar esta capacidad. “Dos horas diarias durante un par de semanas
son suficientes para aprender a distinguir si hay un objeto frente a
usted, y dentro de otro par de semanas sabrá la diferencia entre los
árboles y el pavimento”, explica Martínez.
Información adicional en:
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