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Biología
Destrucción Selectiva de Células
2 de Enero de 2004.

Científicos israelíes del Weizmann Institute han conseguido eliminar tumores malignos en ratones utilizando una sustancia que se encuentra de forma natural en el ajo. Su secreto radica en un nuevo método para introducirla directamente en las células del tumor, dejando a las demás intactas.
Foto: Weizmann Institute
 

La sustancia se llama allicina, la responsable de otorgar al ajo su aroma y gusto particulares. Durante años, los investigadores han sabido que es tan fuerte como tóxica. Con ella se ha logrado matar no sólo células cancerosas, sino también microbios e incluso células hamanas sanas. Por fortuna para nosotros, la allicina es altamente inestable, y se descompone rápidamente una vez se ingiere. Por la misma razón su uso en tratamiento contra el cáncer debe llevarse a cabo de una forma especial para ser efectivo.

Aharon Rabinkov, Talia Miron y Marina Mironchick, del Weizmann Institute, junto a colegas de otras instituciones, han resuelto el problema diseñando un método de entrega de la sustancia que tiene la precisión de una bomba inteligente. Las pruebas se han hecho en ratones.

El método traza un paralelismo con la forma en que la allicina es sintetizada en la naturaleza. De hecho, esta sustancia no está presente en los dientes de ajo intactos. Es el producto de una reacción bioquímica entre otras dos sustancias almacenadas por separado en diminutos compartimentos adyacentes dentro de cada diente de ajo. Hablamos de la enzima allinasa y de una sustancia habitualmente inerte llamada alliina. Cuando el diente de ajo resulta dañado, ya sea por acción de parásitos del suelo que se comen los tejidos, o por intervención culinaria, las membranas que separan los compartimentos se rompen y la mezcla de las dos sustancias forma la allicina.

Los científicos han intentado fabricar allicina en el propio lugar donde se encuentra el tumor, alcanzando así la máxima concentración posible de moléculas tóxicas para luchar contra él. Para llegar hasta el tumor, los investigadores se aprovechan del hecho de que la mayoría de ellos poseen recpetores en sus superficies. Un anticuerpo “programado” para reconocer dichos receptores será unido químicamente a la enzima allinasa. Una vez inyectado en el torrente sanguíneo, el anticuerpo llevará esta última hasta el tumor. Separadamente, los médicos pueden entonces inyectar el otro componente, la alliina, a intervalos regulares. Cuando se encuentre con la allinasa, ambas reaccionarán para producir allicina suficiente para penetrar y matar las células del tumor. Las células sanas de las cercanías no resultan afectadas, porque el anticuerpo no se unió a ellas.

Con este método, ya se ha logrado bloquear el crecimiento de tumores gástricos en ratones. Si se encuentran anticuerpos específicos para cada tipo de tumor, debería ser posible usar la técnica para combatirlos de la misma manera.

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