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Antropología
El Ocaso de la Civilización de la Isla de Pascua Se Debió a los Forasteros
1 de Septiembre de 2010.

Foto: U. ManchesterUna arqueóloga que ha estudiado a fondo la Isla de Pascua, célebre por sus enigmáticas estatuas de piedra, culpa a los forasteros, en vez de a la población autóctona de la isla como se ha venido creyendo hasta ahora, del ocaso sufrido hace siglos por la civilización que construyó los moais.
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La investigación dirigida por la arqueóloga Karina Croucher, de la Universidad de Manchester, respalda la opinión cada vez más extendida sobre el papel histórico de las personas de la antigüedad que vivieron en la isla de Rapa Nui, bautizada como 'Isla de Pascua" por los primeros navegantes europeos que dieron con ella, en 1722.

La arqueóloga denuncia que durante mucho tiempo los antepasados de los pascuenses han sido injustamente acusados por los occidentales de ser primitivos y belicosos, de haber derribado algunas de las estatuas, y de haber sobreexplotado los recursos naturales de la isla.

En cambio, según Croucher, al examinar con atención y en conjunto el arte, el paisaje, los volcanes y las estatuas que adornan la Isla de Pascua, se obtiene otra imagen de cómo eran los isleños. Ella opina que las figuras talladas, incluidas aves, criaturas marinas, canoas y humanos, imitan las características naturales ya visibles en el entorno y muestran su compleja relación con el medio natural.

"Estas personas debieron tener una cultura sofisticada y exitosa, hasta que llegaron los occidentales. Y ya es hora de reconocerlo", denuncia la arqueóloga.


Los relatos de las primeras expediciones demuestran reiteradamente que los isleños tenían éxito en el comercio y eran autosuficientes en lo esencial.

Cada vez está más extendida la opinión de que la historia oficial ha sido injusta con los pascuenses, y la investigación de Croucher parece confirmarlo.

En lugar de una historia de privaciones autoinfligidas y actos vandálicos de los pascuenses contra sus propios monumentos, la versión de creciente aceptación, con la que Croucher está de acuerdo, atribuye una parte sustancial de culpa del declive al contacto con los occidentales, desde el primer avistamiento de la Isla de Pascua por Jacob Roggeveen en 1722.

Según esta revisión histórica, los visitantes trajeron enfermedades y plagas, y además impusieron la esclavitud, lo que resultó en la desaparición trágica de la población local y gran parte de su cultura.

Por otro lado, existen pocas pruebas arqueológicas que apoyen la versión de que antes del contacto con el mundo exterior, en la isla se desencadenó una guerra interna y el colapso de la sociedad pascuense.

La historia de la isla de Pascua en el siglo XIX es triste: Los ataques de 1862 contra la isla para capturar pascuenses y convertirlos en esclavos redujeron drásticamente la población. Unos pocos isleños sobrevivieron a la esclavitud y fueron devueltos a casa, pero trajeron con ellos la viruela y otras enfermedades.

Los misioneros convirtieron la población restante al cristianismo, instándola a abandonar sus creencias tradicionales.

Incluso entonces, varios cientos de habitantes fueron separados de la isla para que trabajasen en las plantaciones de azúcar en Tahití. En 1877, se registró una población de apenas 110 personas.

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